Afuera de las fauces del viejo león

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En las alturas un ejecutante realiza un vuelo pendular desde las manos de un compañero hasta el trapecio que hace el mismo viaje en sentido opuesto. Una vez asido a la madera, el viajero repite trayectos con ejecuciones de mayor o menor dificultad que atrapan las miradas de quienes, abajo, contenemos la respiración.  El circo contemporáneo en México realiza ese mismo y peligroso vuelo en aras de su legitimación como una manifestación artística, cuyos valores estéticos trascienden el mero uso del cuerpo y sus prodigiosos recursos.

En Guadalajara, durante los últimos años, el llamado circo contemporáneo o circo humano ha crecido hasta convertirse en todo un movimiento en el que participan tanto colectivos como ejecutantes que reconocen al circo como su oficio. El pasado Festival Internacional de Circo PERIPLO, así como la serie de funciones que podemos encontrar en cartelera de agrupaciones como Cirko Alebrije, Circo Dragón, Les Cabaret Capricho o Zaikocirco, entre otros, demuestran el impulso que ha cobrado. Quienes antes sólo consideraban al teatro o la danza como posibilidades de creación artística desde el cuerpo, ahora voltean hacia el circo para considerarlo una opción seria. Si ampliamos la toma, es posible encontrar tanto el Jalisco como en el resto del país, una efervescencia de oferta tanto en el ámbito formativo-profesionalizante como en el de espectáculos. El clown es una de las disciplinas con mayor visibilidad, sin embargo su raíz circense no suele ser reconocida, en cambio se le vincula erróneamente con el teatro.

El desarrollo, arriesgado y vanguardista, de las disciplinas que conforman el circo contemporáneo, se van desvinculando de la historia de las carpas de tradición familiar, que, itinerantes, recorrían grandes geografías con sus troupes formadas por genealogías acompañadas de diversos animales. Tampoco se trata de que quienes hoy se dedican al circo en nuestra ciudad o país, necesariamente lo hagan desde el modelo aspiracional del Cirque du Soleil. Afortunadamente los artistas de circo contemporáneo, además de entrenar con toda seriedad sus cuerpos, enriquecen sus perfiles con el estudio de múltiples disciplinas artísticas a lo que suman sus propias experiencias y estrategias comunicacionales. No se trata exclusivamente de causar el asombro, eso parece haber quedado en la oscuridad de las fauces del viejo león, que finalmente dejó de recibir la testa de su entrenador. Ahora, el circo salta a nuevos territorios más metafóricos.

Desde los laboratorios de circo indígena que en Oaxaca y Veracruz apropian el concepto desde sus recursos culturales como la música, su lengua, sus danzas y rituales, hasta los jóvenes urbanos que toman sus ciudades con el parkour o se retan con ejecuciones de break dance o malabares, todos ellos se valen de este enriquecido vértice multi y transdisciplinar que hoy es el circo, para construir sus discursos, sus propias dramaturgias que pueden ser de narración abstracta, incluso.

Las instituciones dedicadas a las artes han tenido que integrar al circo en sus programas, el cual no es más una manifestación que sólo provee entretenimiento y al que sólo se dedican un puño de mitad parias, mitad nómadas, sino una manifestación de artes escénicas que hoy impone su vitalidad no desde la precisión de un contorsionista, sino desde una apuesta artística, sensorial y emotiva que tiene mucho por decir. Esperemos que este vuelo en trapecio que el circo realiza en nuestro país, tenga del lado institucional un cuerpo fuerte que lo abrace e impulse aún más alto.

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