Yo quiero ser Kioko

    615

    Caracterizar personajes de caricaturas, videojuegos, o cómics es una de sus más grandes pasiones, por eso les gusta disfrazarse y hacer performance. En ello no escatiman esfuerzos, ni tiempo y, si pueden, ni dinero. Los cosplayer tienen presencia en Guadalajara y forman parte de los otakus, un grupo inserto en el amplio mosaico de tribus urbanas.
    Otaku es un término que se refiere a un estilo de vida desarrollado a partir de la afición a los videojuegos japoneses, mangas (cómics japoneses) y animes (caricaturas niponas), consiste en conocer y comprar artículos relacionados con las series o juegos predilectos, portar en las prendas de vestir imágenes y accesorios relacionados o disfrazarse de algún personaje. Implica, además, reunirse con los amigos, intercambiar ideas en torno al gusto común e ir a eventos especializados, explicó Arturo Olguín, un chavo de treinta años, quien ha sido coleccionista de manga por 15 años y también es cosplayer (del inglés costume play).

    Como subir a la montaña rusa
    “Es como subir a la montaña rusa y sentir la adrenalina, se siente ¡guau!, es padre, muy bonito traer a la realidad, por un momento, a tu personaje favorito. Uno se olvida de todo: de quién se es, los gustos personales y uno empieza a actuar, fusionar al personaje con uno mismo”, expresa Patricia Janet Pérez Martínez, de 28 años de edad y arquitecta de profesión, quien es una cosplayer.
    “Me pongo nervioso cuando hago performance, pero es gratificante poder traer a la vida a un personaje con el cual uno se siente identificado, aunque sea por un momento”, expresa Arturo Olguín, quien acaba de ganar en la Ciudad de México un concurso grupal de cosplayer interpretando a Kioko.
    Kioko es un personaje de Alichino. Él hace un pacto con Miyoubi, una especie de espíritu que absorbe energía de las personas, para vengar la muerte de un amigo. Es un manga trágico. “De Kioko me llamó la atención su lealtad hacia su amigo, por su seriedad y serenidad en la lucha”.
    Uno de los personajes que han captado la atención de Paty fue Ai Amano, de Video Girl Ai, un personaje de manga, protagonista de esa historieta. Ella es una niña que ayuda a un muchacho con sus problemas de relaciones personales, a él se le dificulta acercarse a las muchachas como a muchos adolescentes.
    “Ai Amano es un personaje muy optimista, siempre está alegre. Cuando lo representaba me sentía así, encarnaba a Ai Amano, me metía en mi papel y socializaba mucho con la gente. Me ayudó mucho, ya que soy un poco tímida”.
    Actualmente Patricia posee más de 30 disfraces, de distintas series y cómics. La mayoría los ha confeccionado ella misma. Lo máximo que ha llegado a desembolsar por un vestuario son 5 mil pesos, pero hay muchachos que son capaces de gastar más. “Conozco chavos que han gastado 13 mil pesos en uno solo”.

    El orgullo de ser otaku
    Fue hace 14 años cuando Paty tuvo su primer contacto con las caricaturas japonesas. “La primera que despertó mi atención fue Los caballeros del zodiaco. A mi mamá no le gustaba porque decía que había mucha violencia y destrucción, pero me encantaba. Lo que me impactó de esa caricatura fue que metían elementos de la mitología griega y escandinava. No era una historia tonta. Recuerdo que mis hermanos y yo nos levantábamos a las ocho de la mañana, todos los domingos para verla. Los animés tienen tramas muy interesantes, los personajes evolucionan y viven dramas, aventuras y romances. Hay dirigidos a niños, adolescentes o adultos”.
    Paty contactó con chicos que compartían gustos. “Todos nos reuníamos en una casa ubicada por Garibaldi. La adornaban con pósters en las paredes y monitos de colección. Había talleres de dibujo de animé, transmitían películas y series que no eran conocidas en el país. Empezaron a pulular los clubes en Guadalajara”.
    Paty asistió a la segunda convención de otakus que hubo en Guadalajara, corría el año 1998. Ahí vio a unos jóvenes que se disfrazaban. “Fue entonces cuando me gustó la idea y me dije: ‘Yo también lo tengo que hacer’”.

    Coleccionista de manga
    La afición de Arturo Olguín lo llevó a estudiar japonés, lo necesita para entender las historias de los mangas. Actualmente sabe lo suficiente para leer y entender los cómics nipones. “Empecé a juntar material en 1995, antes lo hacía con cómics estadounidenses”.
    Gracias a caricaturas como Dragon Ball, Arturo se interesó por las historias japonesas. Se fijó que eran más humanas, los héroes no eran los clásicos norteamericanos que son casi dioses, que mueren, reviven y son los mismos por muchos años. Las tramas se le hicieron interesantes.
    En aquel entonces, Arturo no disponía de mucho dinero para gastar. Su afición lo llevó a buscar pequeñas chambitas. “Llegué a juntar latas de aluminio para juntar dinero”.
    Ser coleccionista de manga en Guadalajara no es muy complicado. Hay tiendas especializadas tanto en cómic como en animación. Entre ellas Comic Castle, Mundo Cómic también hay convenciones donde son ofertados.
    “Lo más que he llegado a desembolsar son 11 mil pesos hace seis años. En esa ocasión recuerdo que compré 22 mangas, un libro de ilustraciones, cartas coleccionables e ilustraciones de tela para la pared”.

    Artículo anteriorLaura Félix
    Artículo siguientePensando