Violencia en contra de las mujeres

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La salud mental de las mujeres es reconocida cada vez más como el campo de mayor impacto en el bienestar individual, familiar y social, según un artículo publicado por la psiquiatra española Isabel Montero (2004) y que podemos encontrar en la red.

En este sentido, uno de los principales factores para que la salud mental femenina entre en riesgo proviene de la violencia ejercida en contra la mujer. Este es un proceso normalizado en nuestra sociedad y no visible en muchos casos.

Necesitamos des-normalizarlo. Ponerlo en su lugar. Nombrarlo y luego combatirlo.
Comencemos por el principio. La violencia basada en el género se refiere a las agresiones físicas, sexuales, morales, laborales, económicas o patrimoniales asociadas a la discriminación en virtud de la asignación de los roles sociales según el sexo. Algunos ejemplos de violencia con base en el género son: los crímenes contra los y las homosexuales, el hostigamiento sexual laboral, el feminicidio y la violencia doméstica, entre otros.

En este rubro, la violencia contra las mujeres es definida por la Organización de Estados Americanos como “cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado”.

Es decir, existen muchos comportamientos que comúnmente hacemos o que hacen otros y que violentan a las mujeres. Los más obvios tienen que ver con las agresiones físicas y verbales y se manifiestan con gritos, insultos, golpes o abuso sexual. Esta modalidad es, quizá, la más notoria. Por lo tanto, debemos sacar a la luz todas las otras modalidades de violencia, hacernos conscientes de éstas, evitar ejercerlas o esquivar ser víctimas.

Por ejemplo, en el trabajo es violento que se hostigue o acose sexualmente, que haya discriminación, que no existan oportunidades equitativas para la promoción y capacitación laboral, así como condicionar la contratación por ser esposa, tener hijos o estar embarazada; que sean limitados los cargos de toma de decisión a los varones y que el pago sea desigual por el mismo trabajo en comparación con los hombres.

En la calle, los piropos son violentos. Sí. Lo son. No es normal, ni cómodo, ni adecuado, ni galantería gritar (o escuchar que te griten) adjetivos calificativos con respecto al físico, o frases relacionadas con lo sexual.

En las instituciones públicas, imponer, negar o condicionar el ejercicio de los derechos humanos en los servicios públicos (imponer un método anticonceptivo, no dar información objetiva de los procedimientos y consecuencias) es violento. O cuando al denunciar al servidor público, dudan de la palabra de la mujer y la responsabilizan de la violencia que ha vivido; no respetar su privacidad y confidencialidad (¡no se queje!, ¡es su marido!, ¡regrésese a su casa!, ¡no lo haga enojar!, ¡usted lo provocó!). O bien, cualquier trato o comentario que reciba en una institución pública y que atente contra la dignidad humana (¡si bien que le gustó!, ¡aguántese!, ¡la matriz sólo sirve para dos cosas: para dar hijos o problemas!)

Para tomar conciencia existe la Ley de Acceso a las Mujeres a una vida Libre de Violencia, que puede ser consultada en la red, y en la que es ampliada este tipo de información.

En el SUTUdeG este no es un tema nuevo. Los temas de género y las acciones en pro de los derechos de la mujer han sido eje de los trabajos realizados en los últimos cinco años. Sin embargo, como consecuencia de la alerta de violencia contra las mujeres y de la encuesta “Rompamos el silencio”, realizaremos un convenio con el Instituto Jalisciense de la Mujer para efectuar un plan con acciones específicas que aporten al tema de la prevención de la violencia en contra de las mujeres.
Recuerda que es importante informarse. Nombrar la violencia, y sobre todo no ejercerla ni ser víctima de ésta. Acércate a tu sindicato. Si tienes algo que decirnos al respecto, mándanos un correo electrónico a comunicacion@sutudeg.org.mx

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