Vida cotidiana en Analco

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    En el barrio de Analco las casas, antes predominantemente de adobe, empezaron a convivir con las de ladrillo y bloque de cemento. Los estilos de construcción proliferaron y con el programa de mejoramiento de vecindades, impulsado a mediados del siglo XX, muchas de ellas se convirtieron en privadas. El noroeste dejó de ser la zona más poblada y sus habitantes se aglomeraron en el sureste y centro del barrio.
    Viejos talleres artesanales, al igual que la famosa fábrica de vidrio soplado de don Odilón ívalos, desaparecieron. Uno que otro de los viejos oficios pervivió, como el de zapatero, sastre o carbonero. En cambio, muchas centrales obreras instalaron sus sedes en Analco y los talleres mecánicos pulularon, sobre todo a partir de la década de los años 50.
    En los 60, con el establecimiento de la fábrica de calzado Canadá en la avenida Revolución, gente de todas partes llegó al barrio, tanto a vivir en él como de paso, lo que ocasionó que muchos de sus antiguos habitantes, que contaban con una posición económica solvente, prefirieran ir a vivir a las colonias.
    A raíz de la apertura de la Central camionera en el lugar donde había descansado el Estadio municipal, la parte sur de Analco se llenó de diversos negocios: comercios, centros nocturnos, cantinas y lugares de hospedaje. Las viejas misceláneas quedaron en su versión de tiendas de abarrotes y por todo el barrio surgieron sus hijitos, los tendajones y las vendimias de golosinas en las puertas de las casas. El mercado Rizo se modernizó, y el de los Elotes también, pero menos.
    Si bien no han llegado los “supermercados” a Analco, la avenida Revolución se colmó de grandes y pequeños negocios, entre estos las farmacias Guadalajara, Benavides, y diversos bancos. Pero ahí también encontramos, como una tradición actualizada, la panadería La nueva catalana, que recuerda no solo el nombre anterior de esa vía, sino la leyenda de porqué la antigua calle se llamaba Catalán.
    De las viejas cantinas, unas desaparecieron, otras permanecen, algunas más se modernizaron, como el “Bar caktus”, y surgieron nuevas.
    Los cines en el barrio –que empezaron por ser lotes con el cielo por techo, una sábana por pantalla y donde cada quien llevaba su sillita– hicieron su aparición y desaparición.
    Las sedes de algunas escuelas cambiaron de lugar. El kinder del jardín de San José fue trasladado a un local junto a San Sebastián, y la Escuela Abel Ayala, situada frente a la iglesia, se mudó al oriente del barrio y el edificio que la albergaba fue demolido para dejar la actual plaza.
    El hospital del Sagrado Corazón y los templos de San José y San Sebastián persistieron, aunque con cambios en el atrio de estos últimos; el Patio de los íngeles, segregado del segundo y, expropiado por el gobierno, ha sido sede de diversas instituciones. En la plaza de San Sebastián construyeron un kiosco y en 1992 se mudaron a ella las estatuas de Cuauhtémoc y Tenamaxtle, para rendir culto al origen indígena del barrio.
    El viejo cuartel militar, situado desde el siglo pasado al nororiente de Analco, a partir de la sexta década del siglo XX abrió un sitio en su interior al Hospital Militar y, más recientemente, a un museo también militar.
    A principios de la década de los 90 la vieja Central camionera vino a menos cuando inauguraron una nueva en las afueras de la ciudad; a partir de entonces, solo administran en ella autobuses que viajan a poblaciones cercanas, con lo que resultó afectada la vida económica de esa parte de Analco.
    Todas estas transformaciones son difíciles de imaginar para la joven generación, pues el aspecto del barrio debe haber cambiado profundamente, a pesar de que todavía haya quien diga que Analco es como un pueblito dentro de la ciudad.
    Sin embargo, en 1992 Analco sufrió transformaciones brutales en muchos aspectos de su vida. Por lo que toca al espacio, las explosiones del 22 de abril destruyeron la calle Gante y parte de la 20 de noviembre. Cerrada la zanja y derruido lo que quedó de las casas en esas calles, durante un tiempo los lotes permanecieron baldíos, algunos con cruces, otros con murales pintados en las bardas traseras de las casas situadas a espaldas…
    Hoy las nuevas edificaciones, talleres y negocios alternan con lotes baldíos. Los estilos de construcción usados son más nuevos que en el resto del barrio, pero lo que más llama la atención es el revestimiento de cemento que distingue la zona siniestrada. El pavimento en el resto de las calles de Analco es de asfalto.

    *Doctora en historia. Fue invitada por la Unidad de vinculación y difusión científica de la Universidad de Guadalajara, para brindar el pasado jueves 28 de abril, la conferencia “Vida cotidiana en Analco”, de la que este texto forma parte.

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