Una infancia con hambre

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    Hay personas que dicen que el amor o el odio son los sentimientos más poderosos de la humanidad. También que no hay nada que pueda carcomer nuestros espíritus, conciencia y la capacidad para diferenciar el bien, y el mal que produce el hambre.

    Esto me quedó todavía más claro cuando caminaba por una calle de la colonia Oblatos: pasé frente a una tienda cuando un niño salió a hurtadillas con algo en su mano. Era una galleta cubierta de chocolate, la cual abrió en un segundo, dejando la envoltura en el suelo. Yo la recogí, tratando de que aprendiera a dejar la basura en su lugar, ante lo cual mostró una cara de miedo profundo, diciéndome que se la había robado, para luego correr tanto como sus pies se le permitieron.

    Parece que todavía no nos queda clara la marcada diferencia que existe en la calidad de vida entre los del poniente y los de la Calzada Independencia hacia el oriente, donde sufren malnutrición y enfermedades por no tener nada para comer, problemas que ningún político ha eliminado hasta ahora, y ya ni se diga lo que sucede en el ámbito nacional.

    El hambre es un enemigo que debemos acabar juntos. Hoy es una galleta, pero mañana será tu cartera, un auto o un familiar.

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