Una ciudad que no es para todos

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    Largas escaleras, banquetas muy altas o llenas de obstáculos (raíces de árboles, teléfonos públicos, etc.), desniveles y rampas pronunciadas, son sólo algunas de las dificultades que cualquiera enfrenta cada día, y aunque para todos puede ser molesto, para algunos grupos se convierte en una verdadera limitación. Me refiero a las personas con alguna discapacidad, en especial de tipo motriz, y a los adultos mayores, quienes en muchas ocasiones también entran en el primer grupo. De esta forma, es notable como nuestra ciudad no está diseñada para todos, sino solamente para un cierto tipo de personas, dejando fuera a muchísimas más. Si pensamos en que en nuestro país la población está envejeciendo, y que se prevé que para el 2050 una de cada cuatro personas sea adulta mayor y que de las personas con discapacidad la mitad son adultos mayores, el problema se hace evidente.

    Una ciudad con banquetas amplias en las que sólo en una franja estén los botes de basura, casetas de teléfono, señalamientos, etc., y el demás espacio esté libre de obstáculos, y con rebajes  lo suficientemente amplios  para el paso de sillas de ruedas; con  pavimentos táctiles que indiquen a las personas invidentes de que se aproximan escaleras, rampas, o cualquier cambio de nivel; teléfonos públicos cuya altura le permita su uso a personas en sillas de ruedas; semáforos auditivos programados con suficiente tiempo para que puedan pasar adultos mayores o personas con problemas de movilidad; rampas con inclinación adecuada; son sólo algunas características necesarias para comenzar a construir una ciudad que sí sea para todos.

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