Un insecticida con sabiduría precolombina

    560

    Cuatro investigadores del Centro Universitario de la Ciénega (CUCiénega) desarrollaron un bioinsecticida capaz de atacar únicamente a las hormigas defoliadoras —que se alimentan de las hojas de plantas— sin afectar a otras especies de insectos, plantas o mantos acuíferos. Ahora preparan su comercialización, la cual estará lista para diciembre de este año.

    El producto fue elaborado en el laboratorio de Biotecnología a partir de la llamada Hierba de perro, y el objetivo de la investigación fue crear un insecticida que no contaminara el medio ambiente y al mismo tiempo controlara las plagas de hormigas que atacan los cultivos de la región Ciénega.

    El bioinsecticida es granulado y funciona a manera de cebo, debido a que tiene una recubierta de azúcar para crear mayor atracción en el bicho. Se vendería en empaques de 180 gramos por una cantidad aproximada de 70 pesos, el contenedor tiene una especie de dosificador que permite elegir la cantidad deseada, y al no representar un riesgo para la salud podrá ser vendido en cualquier lugar.

    “La idea principal es apoyar en el combate a la contaminación y al campo, porque este insecto destruye los cultivos que se dan en la zona, y los campesinos lo que hacen es aplicar agroquímicos en grandes concentraciones, el agua los arrastra y los deposita en el lago de Chapala, y del campo al lago ya contaminaron una gran superficie, entonces nosotros con este producto proponemos una solución a esto”, explicó Daniel Rojas Bravo, investigador del laboratorio de Biotecnología del CUCiénega.

    Luego de una serie de pruebas, tanto de laboratorio como en el campo, Rojas Bravo afirma que la efectividad del producto se da en un lapso de aproximadamente cuatro horas y que elimina al 90 por ciento de la colonia de hormigas, para que las restantes puedan hacer su función en el ecosistema.

    El uso de plantas para eliminar sólo un tipo de insecto se remonta a la época precolombina; actualmente es una técnica utilizada por comunidades indígenas de Puebla, Guerrero y Jalisco.

    Esto ha permitido que los animales que se encargan de la polinización no se vean afectados por el uso de dichas sustancias.  

    “En todo el país los indígenas han utilizado las plantas como insecticidas específicos, nosotros nos dimos a la tarea de buscar esas plantas, analizarlas y probar que realmente fueran efectivas”, concluyó Rojas Bravo.

    Lo que frenó la salida al mercado del bioinsecticida son los permisos ante las instancias correspondientes, sin embargo, algunos campesinos de la región han utilizado el producto como parte del estudio y su efectividades está probada, además de que se notan entusiastas porque comparado con los insecticidas actuales este será un 35 a 40 por ciento menor.

    Actualmente el grupo de investigadores, integrado además por Mireya Zoila Reyna Villegas, Sol Mercedes Aceves Villarruel y Teresa Espino, trabajan en un bio-repelente para evitar que la mosca blanca llegue a los cultivos, ya que han detectado que el insecto desarrolla inmunidad a los insecticidas y ataca a plantas de prácticamente todo el país, por esa razón desarrollan dicho repelente con extractos de plantas como poleo, epazotes, chicalotes y una planta que llaman Mala mujer.

    “Estamos trabajando en un repelente para la mosca blanca que en realidad es un insecto chupador de savia que se puede convertir en una plaga, transmite enfermedades a otras plantas debido a que extrae el líquido de una planta enferma y después a una saludable. Trasmite principalmente de virus a otras plantas, es un problema muy fuerte para los sembradíos de jitomate”, concluyó Rojas Bravo.

    Artículo anteriorRelación de instituciones educativas particulares o por cooperación que obtuvieron o referenciaron el Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios (REVOE) por la Universidad de Guadalajara
    Artículo siguienteHorror en el mundo