Tres poemas

1816

Contagios

Si nos visitaba el Botafogo salían a la calle los balones,
durante la Serie Mundial proliferaban las manoplas,
el suelo de tierra propiciaba las canicas,
el viento los papalotes,
el atardecer las escondidillas.
Siempre a la caza de un juego,
unas veces nos encontrábamos una liebre, otras un oso.
Danzábamos en multitudes con los juegos de moda,
como los niños del cuento con el flautista de Hamelín.

Balón

Más que la pelota
que parte de la mano
me maravilla el balón
que sale del suelo disparado.
Todos lo vimos atravesar
el ángulo preciso y cruzar el espacio.
Nunca ni el globo, ni el avión,
ni el pájaro o la flecha
partirán tan llenos de milagro.
Todavía lo siento en el pie:
ya está entre esas redes
creadas por dos piedras.

Futbol

Entre la multitud que se agita como un bosque encantado,
libres del deber, por el gusto del pasto, en la delicia
de ver rodar,
de sentir cómo nace del pie la precisión que en la vida
normal le arrebató la mano,
estamos reunidos hoy en este campo donde no crece ni la
cebada ni el trigo;
somos el coro que lamenta y que festeja,
el suspiro que acompaña al balón cuando pasa de largo y
el grito entre las redes.
Nació la pelota con una piedra o con la vejiga hinchada de
una presa abatida.
No la inventó un anciano, ni una mujer, ni un niño;
la inventó la tribu en la celebración, en el descanso, en el
claro del bosque.
Contra el hacer, contra la dictadura de la mano,
yo cantó al pie emancipado por el balón y el césped,
al pie que se despierta de su servil letargo,
a la pierna artesana que vestida de gala va de fiesta,
al corazón del pie, a su cabeza, a su vuelo aliado de
Mercurio,
a su naturaleza liberada del tubérculo;
a cada hueso de los dos pies, a sus diez dedos
que atrapan habilidades hace milenios olvidadas en las
ramas de los árboles.
Yo canto a los pies que fatigados de trabajar las sierras
llegaron
al llano e inventaron el futbol.

Antonio Deltoro

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