Tesoro compartido

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    Definitivamente nuestro bienestar y salud son los mejores indicadores de calidad de vida para nosotros mismos. Tanto uno como otro representan características inherentes y derivadas de las propias costumbres y tradiciones. En pocas palabras, de nuestros estilos de vida. Es decir, somos nosotros mismos los responsables de lo que nos sucede. Nada pasa porque tiene que pasar. Nuestras actitudes y comportamientos, así como nuestras iniciativas prácticas pero también nuestras inercias, son los principales factores determinantes que se traducen en riesgos, amenazas y peligros al propio bienestar y salud. Mismas circunstancia que regulan lo bien o  mal que podamos sentirnos.

    Alfa y omega, principio y fin. Se cierra un ciclo y otro comienza. Los patrones mundiales todavía se desgarran las vestiduras por los pobres mortales del mundo. Tratan de ponerse de acuerdo para mejorar la calidad ambiental global, y detener al enemigo público número uno, el cambio climático. La invisibilidad de sus decretos e intereses cruzados harán imposible el desarrollo de mejores condiciones para todos. Para todos los habitantes del planeta.

    Lo peor de lo peor es no hacer nada y esperar a que suceda un milagro. Simplemente recordemos y tengamos presente que los milagros dependen fundamentalmente de las personas físicas. De nuestras actitudes, de nuestra iniciativa y creatividad. Finalmente, son nuestras acciones los principales motores que impulsan nuestro bienestar y salud. Demostremos que sí se puede. Que somos agentes proactivos de lo que suceda a nuestro alrededor. No esperemos a que otros hagan por nosotros lo que nos corresponde a nosotros mismos.

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