Sonidos del silencio

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    El Profeta estatal ha hablado. Sin embargo, no le pidió permiso a sus neuronas para hacerlo. Francamente se puede apreciar a leguas su neurotismo galopante. Dijese un personaje cómico televisivo “… ¡qué mello!”. En verdad es como para ponerse a temblar. Bueno, y no es para menos. Resulta casi, casi imposible que se digan tantas cosas huecas en tan poco tiempo. Es un verdadero récord digno que reconocerse en los anales de la historia cotidiana.
    De acuerdo a la archireconocida Real Academia de la lengua Española dícese de quien habla mucho y dice poco que esta “cantinfleando”, y no es precisamente un reconocimiento a la elocuencia oratoria de reconocido personaje público, se trata de una simple y llana definición que nos ilustra acerca de quien aparenta una diferente habilidad y elocuencia hablada, pero que solamente vomita palabras huecas y carentes de significado. Y eso que “cantinflear” es un verbo oficialmente reconocido.
    Como mexicano en primer lugar, y luego como jalisciense, realmente me cuesta trabajo entender la rabia, el coraje y la impotencia expresada de parte de quien nos representa. La ausencia de dignidad en su discurso, además de los innumerables mensajes hechos del conocimiento público, con cargo a los impuestos que todos pagamos religiosamente, lo único que demuestran es la nula representatividad y legitimidad de su mandato.
    Por lo mismo, si fuese cierto ese engallamiento dicho en lo particular se debería tomar cartas en el asunto, y no hacerlo a través de una cortina de humo generada desde un espacio de poder temporal que es ocupado legalmente.

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