Samuel Ruiz obispo que practicaba a Dios

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La siguiente analogía tal vez resulte para muchos fuera de lugar. Cuenta José María Vigil, teólogo español radicado en Panamá, que Jesús fue teopráxico, es decir, que Jesús de Nazaret entendió que Dios quiere la práctica de la justicia y el amor, que no desea que la religión quede reducida a conexión oral, a ortodoxia doctrinal o a liturgias rituales. “Jesús viene a decir que mientras estamos en el terreno de las palabras, de los propósitos, no se puede dirimir la verdad decisiva; hay que esperar que llegue la hora de la práctica, y ahí, lo que importa es lo que se hace, no lo que se dice”. Por esa convicción, Jesús practicó a Dios, fue teopráxico y optó por los pobres, con quienes creció, predicó, acompañó y curó.
En este sentido, Vigil señala que no importa tanto el discurso de una religión, la belleza de su teología, la elaboración de su credo o la brillantez de sus dogmas, sino la historia de su praxis, su comportamiento histórico, el bien o el mal que ha hecho o dejado de hacer. El mejor ejemplo de esa praxis religiosa la representó el propio Jesús, quien antepuso la acción y la intervención directa en la realidad, proclamando justicia y haciendo el bien.
Desafortunadamente ese Jesús teopráxico ha sido aprehendido por pocos hombres de iglesia, quienes en su mayoría han desvirtuado y adoctrinado el testimonio del Jesús histórico, al que han reducido a mera liturgia. Sin embargo, entre esos pocos hombres de iglesia que han asimilado la naturaleza comprometida de Jesús hacia sus semejantes, está Samuel Ruiz, obispo recién fallecido, quien es un fiel testimonio de esa teopráxis. Esta analogía entre Jesús y Samuel Ruiz pudiera resultar inviable desde ciertas posiciones dogmáticas, sin embargo, si partimos de su práctica de la justicia y el amor hacia los pueblos indígenas de Chiapas, ahí toma fuerza la analogía.
Samuel Ruiz sí practicó a Dios en sus más de 30 años al frente de la diócesis de San Cristóbal de las Casas. Su compromiso inquebrantable y su espíritu de servicio hacia las causas indígenas son un legado histórico y religioso que ha dejado en manos de otros con su partida. Será difícil olvidar esa lucha permanente para que los indígenas recobraran su dignidad; difícil olvidar su andar en las comunidades, en las montañas, ese desafío al poder, su enorme fuerza para denunciar las injusticias. Fue un verdadero testimonio cristiano que abandonó las comodidades de ser obispo de catedral para ser un profundo seguidor del mensaje cristiano.
Muchos han lamentado su pérdida. El obispo de Saltillo, Raúl Vera, dijo que con la muerte de Samuel Ruiz la iglesia pierde un punto de referencia y la sociedad una figura de orden moral y responsabilidad ética, que ejerció su misión “desde una iglesia al servicio del mundo, no de una iglesia al servicio de sí misma, que se protege, guarda silencio y hace arreglos con el poder”.
Efectivamente, Samuel Ruiz nunca fue aliado del poder, como sí lo han sido la mayoría de obispos y cardenales de la Iglesia Católica, quienes han ignorado el mensaje y la teopráxis de Jesús a favor de los pobres.
El obispo Samuel Ruiz fue promotor de una teología india, promotor de la teología de la liberación latinoamericana, junto a muchos teólogos, sacerdotes, religiosas y obispos de la región, los cuales continúan con la utopía de un mundo justo y amoroso. La teopráxis de don Samuel Ruiz seguramente ya ha sido aprehendida por quienes vivieron de cerca su experiencia religiosa y humana, pero no por la jerarquía católica mexicana, la que sigue conduciendo a la iglesia a una pérdida acelerada de legitimidad.

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