Pensar el Templo Mayor

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    “El acervo del pasado debe ser respetado ante todo”, decía categórico el antropólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma, en unas declaraciones hechas en 2011 a propósito del cuidado y preservación que debe tenerse con los diversos sitios arqueológicos en México. Declaración que, sin duda, no fue hecha al aire y no tiene nada de reciente, pues Matos Moctezuma es considerado uno de los más prestigiados y comprometidos estudiosos de la materia en el país desde varias décadas atrás.
    Sobre todo, llegó a convertirse en la máxima autoridad en el conocimiento de la cultura mexica porque hasta la fecha, desde 1978, ha estado al frente del proyecto de excavaciones en el Templo Mayor, sede de la antigua Tenochtitlán, localizado en la actual Ciudad de México; lo que ha permitido, con los años, que se tenga un saber más cierto y profundo de esa civilización, a través de las inagotables investigaciones, y de lo cual hablará el antropólogo en su visita a Guadalajara como invitado a la Cátedra Julio Cortázar, para presentar sus “hallazgos recientes” en tal espacio, este miércoles 29 de mayo, en el paraninfo Enrique Díaz de León, de la Universidad de Guadalajara.
    Sobre los mexicas se tenía una idea “muy abstracta e indirecta” antes de los estudios de Matos Moctezuma, a través de las referencias de los cronistas de la Conquista, como Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo y, posteriormente, con Bernardino de Sahagún y Motolinía, entre otros, afirma el investigador del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la UdeG, Ricardo Ávila Palafox, quien estará a cargo de hacer la introducción de la conferencia magistral del ponente de la cátedra.
    Ávila Palafox está convencido de que sí han influido de manera decisiva los trabajos de Matos Moctezuma en la concepción de la civilización azteca, que tuvo 200 años de existencia —desde 1325 a 1521—, y que se encontraba en expansión al momento de la llegada de los españoles a su mundo. Por lo que, aunque los cronistas ya hablaban de una ciudad “esplendorosa y más grande que cualquiera de Europa”; de que en 1790 se descubriera a la Coatlicue y el Calendario Azteca, y de que a principios del siglo XIX se encontrara, a un lado de Palacio Nacional, uno de los costados del Templo Mayor —lo que apenas vislumbraba unos pocos metros cuadrados de las ruinas—, sería hasta 1978, con el fortuito hallazgo de la Coyolxauhqui, que se ampliaría el sitio arqueológico, pero sobre todo las investigaciones que vendrían a constatar lo que ya se “entreveía” indirectamente en los viejos textos al respecto, pero que no por ello “deja de sorprender la grandeza y cosmovisión de esa cultura”, ya que poseía una enorme complejidad social y refinamiento artístico, además de ser una civilización prominente y hegemónica en el Altiplano Central de América.
    Por otra parte, para Ricardo Ávila los trabajos de Eduardo Matos Moctezuma no han modificado radicalmente los diversos estudios con los que ya se contaba acerca del imperio azteca, pues “lo básico ya estaba dado”, pero sus aportaciones hacen más “sofisticadas” las ideas generales que se tenían de esa cultura, ya que estaban un tanto difusas, y con Matos Moctezuma “se concretan y se hacen más nítidas”, lo que, como en una pintura, ha venido a enriquecer la composición con los detalles de las sombras y luces. Esto pone al reconocido antropólogo en primer nivel frente a estudiosos de renombre de otras civilizaciones del mundo, pues así se pone a los mexicas en la “tesitura” de cualquier otra de las grandes culturas, ya que en Mesoamérica se dio “la Revolución agrícola, la Revolución urbana, y con ello el advenimiento del Estado, al igual que en China, Egipto o Mesopotamia”, y por lo que no se sabe hasta dónde hubiera llegado el desarrollo de los aztecas de no haber sido “truncado” en la Conquista.
    El trabajo de Matos Moctezuma ha dado como resultado que ahora se cuente con 12 mil 900 metros cuadrados del Templo Mayor que están al descubierto en el centro de la ciudad, y que “ponen en evidencia” la cultura mexica, 7 mil piezas arqueológicas encontradas, un museo, más de 500 fichas bibliográficas de Matos, que ha sido autor de ensayos, artículos, catálogos, tesis académicas, y libros como Muerte a filo de obsidiana, Vida y muerte en el Templo Mayor o Teotihuacán, la metrópoli de los dioses, además de que ha recibido distinciones como la Chevalier dans l’Ordre des Palmes Académiques por el Ministère des Universités de la República Francesa, así como la orden Andrés Bello por la República de Venezuela, entre otras más.
    Luego de todo esto, Ávila Palafox dice no saber si en el futuro existirá aún la posibilidad de continuar con el trabajo en el Templo Mayor; por una parte, porque este tipo de arqueología representa grandes costos, pero también porque para “abrir” por completo la antigua Tenochtitlán se tendrían que derribar otros sitios, lo que “no tiene sentido” ni es viable urbanística ni ideológicamente, porque implicaría destruir todo el mundo colonial para ese fin, ya que fue cimentado en los viejo edificios aztecas. Sin embargo, refiere el investigador universitario, Matos Moctezuma ha desarrollado un proyecto alterno de salvamento y prospección arqueológica permanente, y que con los datos obtenidos mediante las nuevas herramientas tecnológicas, darán una idea tridimensional y detallada de la arquitectura mexica, pero “no se va a destruir a la Ciudad de México para sacar a Tenochtitlán de las ruinas, porque jamás la veremos como fue en su momento”.

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