Pedro Meyer

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“Yo nada más fotografío para recordar”, dijo Pedro Meyer durante su charla en la Segunda Semana de la Fotografía, organizada por el Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño. Narró, luego, una anécdota: tenía apenas cinco años y una obra de teatro en un festival de la escuela salió disfrazado de sol. En el escenario debía decir cuatro palabras: yo-soy-el-sol, “pero las instrucciones eran muy complejas para mí en ese entonces, así que olvidé la línea y la maestra, en venganza, hizo que reprobara el kínder”.

Desde entonces, uno de los pioneros en la fotografía digital y fundador del museo más importante en esta rama, el Cuatro Caminos en la Ciudad de México, hace fotos para recordar. “Me traumé de no poder recordar cuatro palabras”, dijo, “a los once años cuando empecé a fotografiar me di cuenta de que ahora sí tenía una herramienta que me permitía registrar, recordar, tener y compartir lo que estaba frente a mí”. 

Pedro Meyer no siente nostalgia por la vieja guardia del oficio. Dijo no extrañar por ningún motivo los viejos procesos analógicos que otros añoran. El mundo paralelo de la tecnología es otro terreno al que se adapta perfectamente, tanto en las cámaras digitales como en su celular y a través de las redes sociales. En sus primeros cincuenta años de carrera, la primera retrospectiva de su trabajo contaba con alrededor de ciento cincuenta fotografías, hoy a los ochenta, tiene publicadas en su página Web más de medio millón de imágenes.

Vivimos otros tiempos y las grandes preocupaciones de esta era —perderse en los millones de publicaciones y la competencia, por ejemplo— son para él un absurdo. “Si esto fuera un partido de futbol, no sabríamos contra quién jugamos, en dónde estamos, cuáles son las reglas, vaya, ni siquiera en dónde está la portería. Hoy todos somos fotógrafos”, dice en repetidas ocasiones, “pero ciertamente no todos son buenos fotógrafos”.

El tránsito infinito de imágenes que ocurre todos los días en internet no tiene porqué ser algo malo: “No se vale denostar la fotografía de un gato que suben a las redes, está de por medio un sistema de distribución mundial que no podemos controlar. El supuesto éxito de una fotografía o su trascendencia será para un sector que está determinado a entender un mensaje. Si subo una foto y le gusta a unos cuantos, esto no significa que la fotografía sea mala, es importante para algunos y para otros. Los criterios de si una foto es buena o no siempre va a determinar con criterios personales de quienes la ven, y tal vez no serán comprensibles para unos, pero hay que entender esto en las dimensiones que tiene la fotografía, que admite múltiples significados.”

Algo está cambiando, nadie sabe cómo será la fotografía en cinco años, si se seguirán usando los aparatos de ahora, ni si se seguirán distribuyendo de esta manera. “Estamos en circunstancias y situaciones de las que no podemos tener conciencia, la incertidumbre sobre el futuro puede causarnos miedo”, dijo Meyer, “pero una cosa sí les puedo prometer: que lo único que va a continuar es la necesidad de ser autodidactas y de complementar lo que les enseñan en la escuela (que luego no les va a servir para nada, con lo que ven todos los días)”.

Sin embargo, y pese a esta postura firme sobre estar totalmente abierto a todo lo que venga sin oponer resistencia, lo que no ha cambiado para Meyer es la experiencia; es la voz del fundador de un museo consolidado y otro que está por nacer en Coyoacán, donde vive actualmente: “Estamos hablando de dos mundos, para mí el internet no es una cosa que sustituya a otra. Su presencia, evidentemente, obliga a que, por ejemplo, las exposiciones físicas sucedan de otra manera, pero la experiencia es insustituible. Es una combinación de realidades en la que vivimos”, dijo.

Entender la dimensión del cambio que sufre la fotografía, y tambien las artes en sí mismas, es el gran reto que plantea Pedro Meyer a los jóvenes fotógrafos. Preguntarse, ante todo, para qué, para quién y cómo, antes de presionar el botón que, según el fundador del Consejo Mexicano de la Fotografía, no es ni la mitad del proceso.

“Mi motivación, al final del día, es la curiosidad, la curiosidad de ver cómo se ve el mundo, de cómo se registran las cosas frente a mí, y esa curiosidad que nos lleva a todos por los diferentes senderos de la vida es la que se plasma en la fotografía”, dijo Pedro Mayer sobre su fotos, las que toma a diario y conserva para cultivar esa memoria artificial que le pertenece: “Lo que hace que una persona elija un tema son las diferentes coyunturas, emociones, intereses que nos llevan por un camino o por otro”.

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