En los últimos años, la vida y el clima, como los conocemos en nuestro planeta, han estado cambiando, lo que no se trata de un cambio repentino o de generación espontánea como tal. Esto es un proceso gradual a consecuencia de nuestros estilos de vida. Es resultado de nuestras acciones, de lo que hacemos o dejamos de hacer.
No hace mucho tiempo ocurrió un desastre de enormes proporciones en Estados Unidos: el huracán Katrina golpeó con fuerza la ciudad de Nueva Orleans en 2005. En total, más de mil 700 personas murieron y cientos de miles fueron desplazadas.
No vayamos tan lejos y observemos lo que pasó en septiembre del año pasado en el estado vecino, Colima. El huracán Manuel dejó a su paso daños por más de 242 millones de pesos en infraestructura federal, estatal y municipal.
Aunque a simple vista los datos no reportaron algún muerto en estas poblaciones, los daños materiales fueron cuantiosos, y todo provocado por la idea de que “por mí no cambiará el mundo”. Si cambiamos esta idea, seguro estoy de que lograremos una mejor ciudad, un mejor clima y evitaríamos algunos fenómenos meteorológicos bastante agresivos.