Nosotros y la calle

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    Son las tres de la tarde, ciudad de Guadalajara, avenida Normalistas y Circunvalación. El sol cae a plomo. El alto es marcado por el semáforo. Sin más, en un instante salta un grupo de chicos: “¿le limpio el vidrio”? “Chicles”, “¿Me regala una moneda?”
    Unos en ropas de “carácter”, sucias y rotas. Entre éstos, un chico todavía porta el uniforme de la escuela primaria a la que pertenece, de la que salió hace apenas unos minutos.
    Para qué hablar de las garantías de seguridad social, las que el Estado mexicano está obligado a proporcionar: entre otras, velar por los más vulnerables, los más necesitados, los que menos tienen.
    Tal pareciera que nuestra comunidad vivió una guerra, porque en cada esquina vemos hambruna, niños mal alimentados, con una mirada vacía, sin esperanza, sin futuro.
    Mucho se ha hablado de este problema, pero lo cierto es que no se ha hecho nada, y peor aún, nosotros como sociedad nos estamos “impermeabilizando” cada vez más ante este padecimiento social. La indiferencia nos impide ser mejores como individuos y como colectividad. Debemos adquirir conciencia y exigir a aquellos que nos gobiernan, una mejor calidad de vida para este país. Es necesario, realmente necesario.

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