Morir desesperado

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Cuando los guardias se alejan Floria Tosca corre hacia su amado Mario Cavaradossi, que está tirado boca abajo en la terraza del castillo de Sant’Angelo. Lo abraza y le susurra que ya puede levantarse, que la mentira ha terminado. Como no responde, al voltearlo, cae en cuenta, con la sangre en el cuerpo y el calor de las balas, sobre quién ha sido engañado. El asesinato del Barón Scarpia, que ella carga, ahora está cobrado. Otra muerte más —la de Tosca— cierra la infamia al arrojarse al vacío. Un vago y apresurado recuerdo queda en la orquesta del canto de Mario antes de ser fusilado: “El tiempo ha huido […] ¡Y muero desesperado!”.

La ópera Tosca de Giaccomo Puccini, que se estrenó en Roma en 1900, es la siguiente obra que transmitirá el Teatro Diana de la reciente temporada que de este género realiza The Metropolitan Opera de Nueva York. Una nueva oportunidad para apreciar este melodrama musical basado en la pieza teatral homónima de Victorien Sardou, en el que desfilan, sí, el amor exacerbado, pero también la intriga y la muerte, a partir del trasfondo histórico de la lucha entre las fuerzas napoleónicas y las realistas en el norte de Italia. Del lado de Napoleón están Cavaradossi y Tosca, que ayudan a escapar al viejo ex cónsul Angelotti, y por lo cual Scarpia —en el lado oscuro y como jefe de la policía de Roma— querrá darle muerte a uno y, al mismo tiempo, obtener los favores de la otra.

El reparto estelar para esta puesta en escena estará a cargo de la soprano Patricia Racette en el papel de Floria; del tenor Roberto Alagna como Cavaradossi; del barítono George Gagnidze haciendo Scarpia, y la dirección musical de Riccardo Frizza. Y esto en un teatro que para esta ópera ha visto desfilar a lo largo de los años a gente de la talla de Renata Tebaldi, Richard Tucker, Leonard Warren, Franco Corelli, Birgit Nilsson, Gabriel Bacquier, María Callas o Plácido Domingo.

Uno de los principales exponentes del verismo en la ópera ha sido Puccini. Y no es de extrañar que por ese sentido de realismo que presenta en su trabajo, en el pasado se viera con cierto prurito de la crítica a esta obra en la que se da cita la relación libre entre un pintor y una cantante que, por celosa y desconfiada, indirectamente pone a su amado en las manos del sádico y manipulador jefe policíaco, que pide satisfacción sexual a cambio de un falso indulto. Es una obra en la que abunda la violencia y la muerte, en una tragedia que no tiene respiro ya anunciada desde el inicio. El destino sangriento e ineludible no es privativo de este trabajo de Puccini, hay que ver Madame Butterfly para tenerlo presente.

En Tosca hay un gran dinamismo, y obviamente no se debe tan sólo al dramatismo y fuerza del texto en sí. Estos últimos también están presentes en la partitura, con sus arias cortas dentro de una fluidez melódica de toda la obra, y en algún momento el uso del diálogo parlato para crear un efecto de mayor tensión escénica. Además de que aunque normalmente la mayoría de las óperas si acaso llegan a tener uno o dos cantos que trasciendan y se vuelvan parte del repertorio mundial, ésta tiene tres. La primera en orden cronológico es “Recóndita armonía”, en la que Cavaradossi, frente a la pintura de una madonna rubia y de ojos azules en la iglesia de Sant’Andrea della Valle, piensa en su amada, que es morena y de ojos negros, y dice que el arte es un misterio que funde las bellezas, pero “mi único pensamiento eres tú, Tosca, eres tú”.

Luego viene la parte de Tosca en “Vissi d’arte”, al sentirse desolada por saber que la vida de Mario está en manos de Scarpia: “¡He vivido del arte, he vivido del amor/ nunca le hecho mal a nadie […] En la hora del dolor ¿por qué,/ por qué Señor, por qué/ me pagas de esta manera?”. Y casi al final, en el tercer y último acto, Cavaradossi, sabiendo que su muerte está próxima, ansía la grandeza de su amor en “E lucevan le stelle”: “Y brillaban las estrellas […]/ Se desvaneció para siempre mi sueño de amor […]/ El tiempo ha huido/ ¡Y muero desesperado!/ ¡Y no he amado nunca tanto la vida!/ ¡Tanto la vida!”.

Pero aún hay otro pasaje más vehemente en la ópera. Si Tosca se atreve a cuestionar el designio de Dios en el segundo acto, ya en el primero Scarpia había ido más lejos. Se ha quedado solo en la iglesia luego de intrigar en el corazón de Tosca para que lo conduzca a Cavaradossi. En ese momento suenan las campanas e inicia el Te Deum, y entran los ministros y la muchedumbre al recinto. Los timbales marcan la procesión al lado de unas cuerdas que suenan siniestras, mientras Scarpia habla de su deseo de matar a Cavaradossi y poseer a la mujer de éste, y su canto sube en intensidad al lado de la orquesta, para entrar en el clímax en que el coro proclama: “A ti Dios, te alabamos, / a ti Señor te reconocemos”, pero Scarpia extasiado, sorprendido en sí mismo se dice: “Tosca, haces que me olvide de Dios”.

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