Los galanteos obligados entre la cumbia y el rock

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    Fusión y fórmula, esos términos tan gastados en el periodismo musical, pero en ocasiones precisos para definir la unión entre géneros, y el diseño premeditado de alguna producción, tienen en la cumbia y el rock a dos de sus clientes preferidos en la actualidad. Es casi imposible que algún estilo musical no recurra al guiño con otros, o que los ejecutivos de las compañías discográficas escapen a la tentación de fabricar algún producto que tenga asegurado el éxito comercial. Una muestra significativa de esto, que sin duda ha desatado un fenómeno, especialmente en ventas de discos (según reporta la cadena con mayores recursos en este ramo), además de contagiar a los programadores de la radio, y sus audiencias, es el disco Como te voy a olvidar, de Los Ángeles Azules.

    El pasado (y fallido) festival 212, fue una demostración de ese fenómeno, de esa repercusión, y nuevo capítulo en la trayectoria del grupo de los hermanos Mejía Avante: unas cuantas canciones fueron suficientes para encender el baile, pese a la lluvia, que no dejó de caer en ningún momento. La fusión, mezcla, unión (o como se le quiera llamar de la cumbia), en este caso temas populares de Los Ángeles Azules, con la participación de solistas y agrupaciones como Saúl Hernández, Vicentico, Kinky y Los Amigos Invisibles, aunque claramente es un diseño de la compañía discográfica, y principalmente de personajes como Camilo Lara (Instituto Mexicano del Sonido), no sorprende en su totalidad en este trabajo. El álbum incluye a músicos de rock latinoamericano, pero también echa mano de figuras que han efectuado crossover, en este caso de Lila Downs y Celso Piña.

    La falta de sorpresa o novedad reside en que, finalmente, desde un pasado inmediato, la cumbia y el rock han mantenido (con sus altas y bajas) una relación que ha sido explotada con irregularidad. “La Negra Tomasa”, del compositor cubano Guillermo Rodríguez Fiffe, que versionó Caifanes a finales de la década de los noventa, es el mejor ejemplo de esa relación (no podemos decir latente), y de que una canción, trabajada con calidad, puede alcanzar fama, y desatar una ola que vaya más allá de la venta de discos, aunque por supuesto, la compañía disquera, en este caso la extinta RCA Victor, intervino en aquella idea.

    Desde Botellita de Jerez hasta El Gran Silencio, observamos la tentación que ejerce la cumbia para los músicos que de alguna forma están circunscritos dentro del rock. El turno en esta ocasión es a la inversa. Para Los Ángeles Azules, un grupo que desde los años setenta tiene como antecedente las fiestas de salones o los bailes en las delegaciones de la Ciudad de México (sin demeritar), y que ahora se mueve en escenarios como el festival Vive Latino, el cambio es absolutamente radical, una situación que está ligada a un momento de popularidad.

    Las compañías discográficas tienen el propósito de generar fenómenos como este, y más en un tiempo en donde la venta del disco está a la baja. La cuestión es, ¿qué tanta repercusión tienen este tipo de fusiones y fórmulas  en dos géneros que coquetean obligadamente? Como todo boom o fenómeno en la música, la consecuencia es momentánea.

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