Las trampas de la fe

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Los mexicanos amamos el engaño, nos gusta sufrir y ser torturados. Y el gobierno y las televisoras lo saben. Tanto es así que en 1985 nos dejaron sufrir con “Monchito”, un niño que se buscó entre los escombros del terremoto de la Ciudad de México y nunca se encontró, porque no existía. Y la volvieron a aplicar con “Frida Sofía”, a la que las televisoras dedicaron muchas horas de sus “noticieros” hasta lograr hacer de nuestra bondad, nuestra fe, nuestra sensiblería, un valle de lágrimas. Ambos casos, cada uno en su momento, fue tema de charla en las oficinas y lograron conmovernos en verdad, hasta que un pleito entre las televisoras y personal de alto rango del Ejército logró, entre otras cosas, que paráramos de sufrir para volvernos a la realidad…

Pero el propio gobierno ya tenía otra estrategia de engaño, que podría resultar efectiva. Como en las redes la gente pedía que los partidos “aflojaran” algo de su presupuesto de campaña para 2018, pues se la hizo efectiva (al menos en membrete) el PRI; que luego luego ofreció, mediante un comunicado oficial, el 25 por ciento de su presupuesto, y todos gritaron que había sido un triunfo de la presión de la gente en las redes sociales, pero olvidaron todos que el PRI es uno de los más grandes engañadores, cuya escuela se ha inoculado en nuestra sangre y, lamentablemente, somos las víctimas gozosas de las mentiras. A los mexicanos nos gusta que nos mientan y, claro, mentir y mentirnos. Y el gobierno lo sabe y las televisoras y los políticos y los vecinos y nosotros mismos pero nos decimos que no, que no es cierto, pero nos van a volver a engañar, siempre lo han hecho, ¿o no?

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