Las mujeres indígenas

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El respeto a los derechos indígenas es parte de una lucha constante que continúa hasta la fecha, pero cuando se es mujer e indígena, los desafíos que se enfrentan son mayores. La ausencia de oportunidades para desarrollarse y las condiciones de desigualdad y discriminación que viven de manera cotidiana las mujeres indígenas representan barreras infranqueables para mejorar su situación de vida y la de sus hijos, pese a que son las portadoras de invaluables conocimientos y de una herencia cultural que ha logrado sobrevivir al paso del tiempo y de la modernización tecnológica; son también el eje de la cohesión familiar y mediante su visión ancestral del mundo mantienen las tradiciones y aportan al arte, la economía comunitaria, la política y a muchas otras áreas.

Según la Encuesta Intercensal del INEGI, en 2015 el total de población indígena era de 12 millones 25 mil 947 personas, de las cuales se estima que seis millones 146 mil 479 son mujeres (51.1 por ciento). Este grupo poblacional constituye el 10.1 por ciento de los habitantes de México. Las cifras reflejan la magnitud del problema, pues más del cinco por ciento de las mexicanas tiene una vida dedicada al trabajo no remunerado, porque desde pequeñas son educadas para las tareas del hogar, criar a los hijos y buscar comida, pero lamentablemente la mayoría está privada de una educación mínima y son fácil presa de la explotación.

Las circunstancias sociales en las que se desarrollan, ya sea por su lengua, su cultura o la condición de pobreza, generan estereotipos que propician la discriminación, muchas veces por un triple motivo: por ser mujeres, porque son víctimas de la ignorancia y carencia de educación y porque su lengua materna es la única que hablan. Por ello se les dificulta en extremo tener acceso a un empleo digno y a un trato como persona humana, valiosa e importante socialmente.

Un reflejo de la desatención a un grupo vulnerable como el mencionado es que la tasa de mortalidad es tres veces mayor en mujeres indígenas, ya que tienen carencias nutricionales y muchas veces desarrollan su embarazo a escondidas —no es infrecuente que sea producto de una violación— o simplemente no cuentan con los medios para acceder a los servicios básicos durante su embarazo.

En cuanto al tema de acceso a las labores agrícolas y ganaderas, aquellas mujeres indígenas que son propietarias de tierras tienen que pedir permiso al hombre para arar o cultivar. Un caso ejemplificativo son las chinampas en la zona lacustre del Valle de México. Por otra parte, no tienen oportunidad de participar en las asambleas comunitarias y ejidales, o si lo llegaran a tener, lo hacen sin derecho a voto; mucho menos tienen la oportunidad de participar en los cargos establecidos dentro de la organización tradicional.

Cada 5 de septiembre es celebrado el Día de la Mujer Indígena, porque es la fecha en que Bartolina Sisa Vargas, una valiente mujer indígena aymara, que tras sus viajes conoció la terrible realidad en la que vivían los pueblos andinos y fue asesinada el 5 de septiembre de 1782 por las fuerzas españolas, al poner resistencia en defensa de los pueblos indios de Bolivia, Perú, Chile y Argentina. Por esa razón las organizaciones le rinden homenaje en el citado día, por haber sido una mujer que entregó la vida en la defensa de su pueblo.

También es un día en el que se rinde homenaje a todas las mujeres indígenas que han dado su vida por sus familias, por sus pueblos, día el que se busca que la sociedad y las autoridades tomen conciencia y actúen para asegurarles condiciones para una vida digna, se respeten sus derechos y reciban el apoyo y las oportunidades para desarrollarse, así como hacer conciencia sobre las condiciones de desigualdad que continúan viviendo, la persistencia de barreras para respetar y atender la diversidad cultural, y sobre todo constituye un llamado a sentirnos orgullosos de las mujeres indígenas en nuestro país, que continúan alimentando el fuego de las tradiciones y las costumbres ancestrales para que no se pierdan.

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