Las cicatrices de Nata y Toto

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La vida no es sino un complejo recorrido, un camino más o menos hostil en el que nos vamos encontrando con diferentes compañeros. Caminar al lado de alguien que nos quiere, nos da seguridad y nos permite desarrollar la confianza. Sin embargo, eso no siempre ocurre, por lo menos no a Nata, una chica que ha perdido a sus padres y no sabe cómo relacionarse con el mundo. Sobre esta chiquilla y Toto, su compañero canino, trata la obra Lo que queda de nosotros, escrita por Sara Pinet y Alejandro Ricaño, que se estrenó el pasado domingo en el Estudio Diana.

Lo que queda de nosotros es un proyecto impulsado por La Guarida Teatro, agrupación artística formada por los creadores escénicos Venus Celeste y Mario Iván Cervantes, quienes invitaron a Sara Isabel Quintero para dirigir el montaje. Celeste y Cervantes interpretan a Nata y a Toto, respectivamente, una pareja que teje una relación entrañable pero sumamente compleja, en la que el abandono y la orfandad los van llenando de marcas y cicatrices.

Quintero conoce y ha seguido de forma muy entusiasta la pluma de Ricaño, de quien también ha montado con éxito Riñón de cerdo para el desconsuelo, así que la invitación para trabajar con otra dramaturgia de este autor, en la que también participa Sara Pinet, le resultó una positiva provocación: “No conocía el texto, pero tratándose de obra de Ricaño me interesé. Desde la primera lectura me sentí muy conmovida, lloré muchísimo. Es una historia profundamente humana que revela las torpezas y desastres que creamos al vincularnos con los otros. Además habla de una relación a la que soy particularmente sensible, la que establecemos con las mascotas, con los perros, nuestros históricos compañeros, a quienes hemos domesticado hace tantos siglos y no terminamos de valorar”.

El montaje es una apuesta completamente independiente, sin otro apoyo que el trabajo de los involucrados y sus capacidades de gestión. En cuanto a la propuesta creativa, Quintero suma la música original de Janine Jop y de Kenji Kishi que además se interpreta en vivo, lo que enriquece la experiencia para los asistentes. El vestuario es de Neri Núñez y el trabajo de ilustración de Alejandra Puga. El diseño del espacio, la escenografía e iluminación es resultado del trabajo del equipo de intérpretes y su directora, quienes tratan de materializar el espíritu emotivo de la dramaturgia con elementos mínimos.

¿Cómo confiar en los demás cuando cada afecto, cada compañero amoroso se ha convertido en una pérdida? Es una de las preguntas que Nata trata de contestarse cuando luego de la muerte de su padre promete no querer a nadie más. Decidida a no sufrir, abandona a Toto, creyendo que sólo el desapego la blindará contra el dolor. Muy pronto se arrepentirá y veremos el viaje de vuelta al amor que Toto y Nata emprenderán para reencontrarse. Es justamente este regreso al corazón de cada uno, lo que en la dramaturgia establece la empatía con el lector. El reto para La Guarida Teatro y para Sara Isabel Quintero consiste en enriquecer estos lazos afectivos —planteados en el texto— con sus capacidades escénicas, para que  entonces el perro parlanchín e infinitamente fiel, consiga hacerse oír ante Nata y ante una sociedad que sigue sin entender cómo nos enreda el egoísmo, cómo  la indiferencia es una actitud caníbal que terminará por devorarnos. De acuerdo con sus creadores, el montaje se dirige a un público familiar, a niños de siete años en adelante.

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