Las burradas de la Academia

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    A mediados de los 90, cuando ya se había creado una polémica entre los hispanohablantes respecto al planteamiento de la Academia de la Lengua Española de quitarles su calidad de letras a la “ch” y a la “ll”, y por tanto desaparecerlas del alfabeto español por considerarlas dígrafos o signos ortográficos compuestos de dos letras, y aunque al final, en la edición de 1999 de la Ortografía de la lengua española se conservaron, no faltó la airada declaración de un miembro de la Academia Boliviana que cuestionó qué se iba a hacer con las sillas de la academia que las tenían grabadas. Las reacciones absurdas están de vuelta: han llegado las nuevas disposiciones que pretende formalizar la Academia en su  próxima edición ortográfica.
    Para hablar sobre anécdotas de sillas y de asuntos lingí¼ísticos se acudió a José Luis Iturrioz Leza, jefe del Departamento de Lenguas Indígenas de la UdeG, a quien, aunque reconoce la intención de la Academia de querer ejercer su hegemonía sobre la lengua española, a la que promueve como “una mercancía explotada por todo el mundo”, las disposiciones sobre omitir letras en el alfabeto o cambiar el nombre de otras como la “y” o la “b” no tienen ninguna importancia y las considera apenas un fantasma que causa revuelo “sobre la base de una absoluta ignorancia, incluso por parte de los académicos”.
    Uno de los aludidos es Humberto López Morales, de la Academia Puertorriqueña, quien dice: “Es mucho mejor que todos los hablantes del mundo hispánico utilicen una palabra específica para algo, la que sea. Se trata de buscar una ortografía uniforme en todo el ámbito de la lengua” (El País, 9 de noviembre de 2010). Sin embargo, al declarar esto —asegura Iturrioz Leza— que lo único que hace tal académico es confundir los planos, ya que las cuestiones de nomenclatura nada tiene que ver con la ortografía, ya que “una cosa son los nombres de las letras y otra las reglas que prescriben el uso de esas letras”, y que quien mezcle esto sólo evidencia que “su formación lingí¼ística es cero”, según el mismo investigador de la UdeG.
    Dentro de  los argumentos puestos en la mesa para rebatir la desaparición de la “ch”, uno se refiere al daño que causaría culturalmente dado el uso de las palabras con ese fonema. Carmen Valadez, investigadora del Diccionario del Español en México dice: “Hay muchas palabras de origen indígena que se escriben con “ch” y eso le da un carácter distintivo al español” (El Universal, 10 de noviembre de 2010).
     Iturrioz Leza, que rememora que en algún momento se habló incluso de asesinato de letras, toma el asunto con calma diciendo que “tiene que ver más con una hipersensibilidad artística que científica de las cosas”, ya que las palabras existentes continuarán pues “nadie se está metiendo con la estructura fonológica de la lengua, ni siquiera con la ortografía”, sino que “en los diccionarios en lugar de que tenga un apartado especial se ponen dentro del de “c”, afectando sólo al orden en que aparecen las palabras, pero ya se sabe dónde buscarlas”.
    Por otro lado, fuera de las cuestiones de nombres u orden en que aparezcan las letras del alfabeto, otra controversia ha surgido y que sí interesa a la ortografía: la supresión de acentos en palabras como el adverbio “sólo” y demostrativos como “éste”. A partir de estas disposiciones de la Academia se ha dicho que el sentido de mucha literatura sería otro; incluso el escritor David Huerta ha ido más lejos al sugerir un posible caos en el uso diario y común de la lengua, pues ello exigiría de quienes hablan español “un análisis del que la mayoría de la gente no es capaz” (El Universal, 10 de noviembre de 2010). Opuesto a ello, Iturrioz Leza afirma que el análisis puede hacerse con los acentos o sin ellos, pues lo que realmente importa son los contextos gramaticales.
    Al final, a pesar de parecer lo contrario, la percepción de Iturrioz Leza es que las 22 academias que regulan la lengua española no obedecen a otra cosa que a intenciones políticas. Está convencido de que es demasiado ruido para tan poco, y que los de la Academia son “una montaña que esta pariendo ratones”, por lo que el hecho de vengan a la FIL a ratificar su Ortografía lo ve como un acto para que la gente los vea, en el que sólo hay “demagogia pura”, pues cree que prescribir y monopolizar la lengua no tiene fundamentos éticos ni lingí¼ísticos, “nadie tiene el derecho a decir a otro cómo debe hablar”.

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