Labios para el silencio

1734

A Viterbo Sepúlveda

Abre la palma de tu mano, ¿escuchas?
estás aquí y semejas un navío que espera
el alto viento que ha de curvar sus velas desplegadas
en la certeza única, la clara certidumbre de la luz.
¿No bebes el silencio?¿No soplas en la línea de
fiebre
del fagot, en tanto que musito su nombre ante lo
eterno
como un acto ritual? -¡Amada. Piedra. Sueños!-,
frente a ti los enigmas, las aguas al final.

Porque no volveremos, ¡compréndelo!, y el aroma
de piel antes que piel, fue llama que volaba en el
viento
de otras alas, y los ojos, las yemas y los labios
son tan sólo recuerdo de los labios que se aman.
Tiempo. Tiempo. Tiempo. ¿Es el agua la misma,
o es la sangre que cae del costado, la caída
hacia atrás, el gran sol tibio?

Abre la palma de tu mano, ¿escuchas?, dime
si en esa urdiembre que tejieron las líneas,
el destino es el ánfora que llora en la nostalgia
de la canción que olvidas, que recuerdas
y vuelves a olvidar, tierno amigo que siempre
me guardaste bajo el tapiz de las constelaciones.

¿Te recuerdas?, la luna estaba roja –no preguntes-,
brama de noche el río y son sus aguas labios para
el silencio.

Ludwig Zeller
Selección: Filemón Hernández

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