La voz de la dignidad latinoamericana

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En América Latina la rebeldía y la actitud contestataria del rock, que le dio voz a las juventudes del siglo XX, se enriqueció con la llegada de la salsa. Los ritmos antillanos, caribeños y tropicales propios de la América hispana habían sido tratados desde el prejuicio clasista de la pobreza y la esclavitud. Con frases más o menos elaboradas, la gente educada y profesional los consideraba ritmos propios de las inconscientes y lúbricas festividades agrícolas de los indígenas y los negros. Esa música, a la que los mestizos y “la gente bien” sólo aceptaba con alcohol de por medio, en los años setenta y ochenta inundó la radio e impulsó una dinámica de producción que trascendió el ámbito del mero consumo mercantil, para abrir camino a un pensamiento social y político que buscaba hacer comunidad y fortalecer los lazos latinoamericanos.

Una de las responsables de este movimiento renovador fue la mítica productora neoyorquina Fania Records. Este sello discográfico fundado en 1963 por el empresario estadounidense Jerry Masucci y el músico de origen dominicano Johnny Pacheco, cambió la historia de la música en América Latina, gracias a las composiciones de artistas como el panameño Rubén Blades, quien se presentará este próximo 10 de mayo en el Conjunto de Artes Escénicas de la Universidad de Guadalajara.

Blades llegará acompañado del también panameño Roberto Delgado y su orquesta para ofrecer un concierto de Salsa Big Band que promete encender el ambiente, la memoria y la consciencia de quienes hemos crecido escuchando su música y también de las generaciones que establecen su primer contacto con los poderes de la salsa.

En las décadas de los setenta y ochenta, el anhelo de la unidad y la justicia en América Latina no había encontrado eco en el mercado musical, como el que le trajeron personajes como Willie Colón y Rubén Blades. Hoy, con más de cincuenta años de carrera y con experiencias contrastantes que lo han llevado del éxito al escándalo, Blades regresa al micrófono para recuperar lo que mejor hace: narrar la realidad latinoamericana con los filtros de quien conoce la política desde dentro y sabe de sus perversiones e imposibilidades. Todo ello con la complejidad compositiva orquestal de la salsa, que se encuentra muy lejos del sonsonete cansón con el que se descalifica el valor musical de algunos ritmos tropicales.

Cronista del difícil acontecer latino, Blades, quien sigue avecindado en Nueva York, ha conseguido llevar la salsa a oídos de todos los continentes, influyendo en músicos como Sting, Paul Simon, René Pérez (Residente), Danilo Pérez, Gilberto Santa Rosa, Ismael Miranda, Larry Harlow, Luba Mason y Andy Montañez, entre muchos otros.

Las composiciones de Blades viajan de la empobrecida intimidad de Adán García que se juega la vida para alimentar a sus hijos, a la esperanzada ingenuidad de quien pregunta: “dígame Madame Kalalú, ¿por qué los artistas están arruinados?, ¿por qué Sanidad ha cerrado el mercado?”. Blades lo escribe y nos hace cantar dolorosas certezas: las del sicario que no siente compasión por su víctima, las de la mujer acosada, las del campesino que sobrevive al rigor de la miseria, las del transexual violentado, las del falso ganador, las del triste futuro nacional, las del periodista perseguido, las de las madres que buscan a sus hijos desaparecidos. En alguna canción nos seguimos encontrando en la mirada solidaria de quien padece los mismos agravios y también, en el húmedo abrazo de quien baila junto a nosotros mientras, orgullosos, coreamos versos que hablan de nuestra dignidad… “prohibido olvidar”.

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