La hiena debutante

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    Una mirada enérgica, casi demente y una ensortijada melena determinan la grave expresión de Leonora Carrington. Al menos así se imaginó a sí misma en el Autorretrato en el Albergue del Caballo de Alba que pintara en 1936/1937. Leonora es una figura sedente, que sin mirarla, extiende una mano a una hiena lactante que tampoco la observa. Ambas saben que están y su presencia genera una gran tensión. A espaldas de la mujer un caballo blanco y su sombra descansan suspendidos, mientras otro de larga crin corre en el jardín. “La novia del viento” como la llamaba Marx Ernst, dibujó el paisaje de sus sueños en lienzos, los fundió en el metal y los revolvió en sus relatos. La obra de Carrington es resultado de aleaciones imposibles no sólo en la multiplicidad de técnicas artísticas utilizadas, sino también entre la mitología celta, la mística judía, los debates gnósticos y la psicología de Freud y Jung. Es también muy difícil comprender la mezcla identitaria de la que Leonora es resultado. Nacida en Inglaterra y educada por una madre irlandesa católica y por un padre industrial británico, Carrington llega a México siendo aún muy joven, luego de un periplo europeo de huída al fascismo. El pasado 6 de abril Leonora cumplió 94 años. Hoy, al verla caminar con su cabello igualmente desordenado como cuando era joven, pero anudado en un moño, parece más cerca a sus personajes de rostro lunar. Es como un bronce móvil, como un animalillo cuya serena mirada evita pensar en las fauces que esconde. Leonora avanza despacio como quien lleva una falda de cordilleras y guarda bajo una capa celeste un par de alas.

    La criada y la hiena
    “El animal que mejor llegué a conocer fue una hiena joven. Ella me conocía a mí también. Era muy inteligente. Le enseñé a hablar francés y a cambio ella me enseñó su lenguaje. Así pasamos muchas horas agradables”. Así habla la debutante en el cuento del mismo nombre de Carrington. El personaje/autora es una adolescente que confronta de la manera más surrealista convencionalismos burgueses como su presentación en sociedad en una pretenciosa recepción. Acude con la hiena del zoológico que se ha convertido en su gran y única amiga para que ocupe su lugar en la fiesta. Todo se arregla con el disfraz menos el rostro, la cara que en sus pinturas se esconde bajo las plumas, grandes sombreros, hábitos religiosos o la oscuridad de los velos, en el relato queda expuesta en el hocico de la hiena. La solución está en arrancar el rostro a una criada luego de devorarla. Una debutante criada y animal, humanizada en el miedo y el hambre, comparte una mesa de plata mientras la protagonista, ajena a ese bullicio, lee junto a la ventana. Este relato sigue guardando el latido simbólico de los sueños de Leonora, ahora materializados en el duro volumen de sus esculturas, en las etéreas figuras de sus pinturas, en su literatura.
    A la mitad del siglo XX, Carrington enriquecía su pensamiento y quehacer gracias a la amistad e intercambio intelectual que sostuvo con figuras como Pablo Picasso, André Breton, Luis Buñuel, Salvador Dalí y muy especialmente con la pintora española Remedios Varo, a quien siempre ha llamado su “alma gemela”. La nonagenaria artista celebra su cumpleaños en medio de otra guerra, una jamás imaginada. Su llegada a México del brazo de su entonces marido Renato Leduc, supuso una tranquilidad desconocida en la Europa bélica de aquellos años. Ahora Carrington apaga con su aliento el incendio sobre un pastel que le trae como regalo una exposición, un jardín escultórico y una novela. La celebración en la Ciudad de México comenzó con la apertura de la exposición hasta el 11 de junio en el Centro Cultural Estación Indianilla de las 10 esculturas más recientes de la Premio Nacional de las Artes 2005. Además, Casa Cuervo anunció la apertura de un jardín escultórico que expondrá obras de Carrington que acompañarán al Rey del Tequila, personaje creado en 2007 para la misma casa tequilera. El último regalo es la novela Leonora, que Elena Poniatowska escribió sobre la vida y obra de la artista británico-mexicana y que le valió el premio Biblioteca Breve 2011. Mujer ave, sombra liberada de una jaula, aquí sigue Leonora, lúcida y senil, artista siempre.

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