Es un bien humano el que los pueblos conserven sus tradiciones. La tradición debe ser una constancia del espíritu y de los quehaceres de las sociedades y, también, la esperanza de una constante renovación. ¿A qué alude elevarse a un palo encebado en una feria de pueblo? ¿A la esperanza o a la fortuna? ¿A la vida vuelta una fortuna de aspiraciones?
Ascender hacia la fortuna, a la abundancia, es un objetivo humano e involucra a lo material y al propio espíritu ¿Y qué es sino una materia espiritual la vida y deseo de fortuna? La fortuna y la diosa de la Fortuna.
Tolo. Tololo. Tololotlán. La música que se eleva al sólo ponerlo en la lengua y soplarlo. Y darle aire a la vida. La fortuna no es, entonces, casual. Es aspiración. Es fiesta, porque todos deberíamos desear tener un balón y lanzarlo hasta meter un gol, pero ocurre que también el azar forma parte del Universo e influye en las acciones de la existencia de cada uno de nosotros. De todos. Entonces la música y las imágenes capturadas por el ojo y por la máquina, por la lente del viajero que nos viene y nos toma de las manos y nos da una borrachina y nos alucina con lo que vemos ahora en las páginas y nuestra mirada es la que va y retorna hacia ¿Dónde? Tolo. Tololo. Tololotlán.
La vida está en función de los ciclos. Los ciclos, a veces, son rituales. Otras ritos. ¿No es acaso una oportunidad la propia existencia de darle vueltas a la vida y a los ojos para mirar de otra manera nuestra imagen y las nubes? Los pueblos nos recuerdan la vida y la muerte. La abundancia y la concordia cada vez que su fiesta se da en sus frutos. Tolo. El caminar de los bueyes. Tololo. Lo advierte la fiesta y sus comilonas. Tololotlán.
Desfiles, niños, reinas de la feria, vacas e indigentes, las manos unidas que no toman el trofeo, cuerpos y tradición. Transformaciones diarias y costumbres. El alimento humano se come a la diosa Fortuna. Azar es el placer y el disfrute de esos rayos dorados que están exquisitos como la luz del Sol. ¿Alguien lo duda?
Tolo. Tololo. Tololotlán.
