La conciencia del ego

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La última vez que vimos a Adanowsky en esta ciudad fue sobre un escenario pequeño, acompañado por cientos de seguidores, y alguno que otro curioso o despistado. El cantante, compositor y productor, envuelto en una estola y en un ceñido traje, consiguió encender la noche con canciones que, de distintas maneras, provocaron una revelación casi inmediata.

Antes, en una entrevista, me comentó: “Todos los cantantes tienen ego, pero… yo no soy uno más. Lo que hago es que soy consciente del ego, porque toda mi vida he trabajado sobre eso, sobre la meditación: tenía un cuarto violeta en mi casa, donde todos los días meditaba para eliminar el ego, y tratar de ser lo más invisible. Un artista sin ego, no lo es. Sólo debe saber domarlo, utilizarlo”.   

Adanowsky recientemente editó Ada, un álbum que reafirma el carácter narcisista del autor, aunque también lo sitúa en un nuevo momento, quizá en una dirección “menos conflictiva”. Algo que develó desde aquella charla que sostuvimos: “Ahora entré en algo nuevo: busco amor, algo muy raro, porque siempre creí que era una idea religiosa tener que ser fiel, y prometer a Dios que no engañarás en toda la vida. Es importante no cortar ese hilo mágico entre dos personas, que no venga una tijera desconocida a cortar esa energía. Porque todo es cuestión de energías”.

Ada es un trabajo en el que la presencia femenina juega un papel decisivo —una de las constantes en la carrera de Adanowsky—, y eso queda claro en este disco. Sobre este tema, dijo:

“Todos los seres humanos somos mitad hombre y mitad mujer, venimos de un padre y una madre. Entonces, todo macho que dice odiar a la mujer, odia su parte femenina, y por consecuencia, se odia a sí mismo”.

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