La Universidad de Guadalajara del siglo XXI

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Los universitarios debemos enfocarnos en continuar la reforma institucional de los años noventa. Es una herencia sin testamento; simplemente está allí para ser recuperada y llevarnos hacia el futuro. Cuando fue creada la Red Universitaria de Jalisco, en nuestra historia se marcó un antes y un después: la Universidad de Guadalajara innovó formas de trabajo y reafirmó su compromiso con aquello que la define: el cultivo de la vida académica y la educación como una manera de promover la justicia social. Indiscutiblemente, cualquier visión del porvenir que hoy podamos concertar se sustenta en esas realizaciones.
El ciclo que comienza en 2013 llama a profundizar en lo alcanzado para situar a la Universidad de Guadalajara entre las 10 mejores de Iberoamérica. No se trata de una meta de mercadotecnia, ni de hacer de los indicadores fines en sí mismos: llegar a ese lugar será la síntesis de muchos logros concretos ––escolares, científicos, administrativos, culturales, pedagógicos, de financiamiento, de reforzamiento de nuestra identidad––, en los que habremos de participar el amplio conjunto de universitarios.
Sólo con una conciencia de logro de esa magnitud propiciaremos que nuestra alma máter responda a sus desafíos. Es urgente que lo hagamos. A nuestro país lo aquejan enormes problemas, aunque estos son, también, grandes oportunidades para crecer como institución y vigorizar nuestro liderazgo social. Para aprovecharlas, necesitamos alinear los recursos y las capacidades de la Universidad de Guadalajara, de manera que estén al servicio de la educación de calidad, la ciencia de alto impacto, la creatividad humanística de trascendencia y la extensión cultural que deje huella en la sensibilidad de la época. Estas no son tan sólo palabras elegantes si nos atrevemos a pensar en grande.
Las organizaciones que realizan mejoras relevantes son aquellas en las que una proporción importante de sus integrantes comparte un mismo propósito. Generalicemos un sentimiento común de aprecio por nuestra Universidad, una devoción compartida por el trabajo en favor de nuestra casa de ciencia y cultura, una lealtad absoluta a su carácter de bien público. Así haremos crecer el respeto y el prestigio de la Universidad de Guadalajara entre la sociedad y tendremos una mayor confianza en nosotros mismos.
El conocimiento es la materia de trabajo de la Universidad. Sugiero que nos comprometamos con hacer de nuestra alma máter una potencia científica en el concierto nacional y continental. Eso implica educar en la ciencia desde la licenciatura y propiciar el desarrollo de posgrados competitivos a escala internacional; aprovechar la diversidad y talento de nuestra planta de investigadores, para transferir conocimientos y tecnología al sector productivo y social; modernizar a los centros de producción científica existentes y crear un sistema de institutos de investigación de primer nivel orientados a la atención de los grandes problemas públicos de Jalisco y México.
El camino, ciertamente, es escarpado y difícil. Todos conocemos los obstáculos que tenemos por delante y las condiciones materiales, laborales y administrativas que necesitamos para poner a la Universidad de Guadalajara en los circuitos internacionales del conocimiento y la educación de alta calidad. Sin embargo, no habrá complicación que nos paralice si compartimos, insisto, el mismo propósito. Si respetamos nuestra misión y destino, seremos capaces de fortalecer el sentido de comunidad entre estudiantes, profesores, empleados y directivos.
Con orgullo por nuestro pasado, conciencia de insatisfacción por el presente y sentido de logro, habremos de construir la Universidad de Guadalajara del siglo XXI que todos los universitarios queremos y que la sociedad espera.

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