Juan Fernando Covarrubias

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“Al enviar un volumen de cuentos a un concurso se hace deseando ganar —dice el ahora Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez, Juan Fernando Covarrubias— aunque, en el fondo, pocas esperanzas se tengan al respecto. Por ello, haber ganado el premio significa un enorme aliciente para seguir en ese camino que elegí hace algunos años. Someterse a ‘ese implacable amo’ que es la escritura, como decía Capote”.

¿Qué diferencia encuentras, de acuerdo con tu experiencia, entre escribir un poema, un ensayo y un cuento?
Más que una diferencia de actitud, la escritura de estos tres géneros tiene que ver con el material que uno desee escribir o con el material con el que se cuente, incluso con la disposición y la lectura que uno le dé al mundo. Es decir, el poema, por ejemplo, como decía Octavio Paz, es lenguaje, y como tal encuentra su punto y su manera de salir a la superficie, y el ensayo, como un juego, pone en movimiento la confrontación de ideas con la experiencia y el conocimiento, en tanto que el cuento apela a la intención de una historia no que uno quiera contar, sino que necesita ser contada.

¿Hay una distinta escritura, un lenguaje distinto, para cada género?
Cada poeta —y aplica para cada escritor, para cada cuentista—, como decía Paul Valery, tiene un universo de palabras que le es propio, que le es afín y que le sirve de vehículo para escribir un poema: es su Babel particular. De algún modo, en la experiencia poética las palabras elegidas o que llegan al texto pasan por un cedazo de selección, dictado por un mandato o decisión que emana de los adentros. Se trata de un lenguaje que construye un mundo que está dentro de este otro mundo en el que nos movemos.

¿Qué es, entonces, el lenguaje?
El lenguaje es el pedernal de donde emana la chispa que ha de cristalizar en escritura. A la guerra, ya se sabe, no se va sin fusil.

¿El lenguaje define la realidad, en el caso del cuento, o es la realidad lo que lleva a contar una historia de cierto tipo?
En el caso de O Cirilo tal vez regresó podría decir que la realidad me llevó, me empujó prácticamente a contar muchas de esas historias; sin embargo, en otras ocasiones uno mismo se arroja, de cuerpo entero, a esa realidad para sacarle algo concreto.

¿Hay, en tu caso, una realidad narrada en tus cuentos?
Con toda seguridad. Sin embargo, dicha realidad es sólo asequible y se le comprende dentro del universo del cuento. En el cuento inicia y en el cuento acaba esa realidad.

¿Cómo defines la literatura que escribes: realista, abstracta, o de costumbres?
No sé cómo podría definirla, de lo que sí estoy cierto es de que la literatura, como alimento cotidiano, va trazando los caminos por los que transito, llámese realista, abstracta o de cualquier otra índole. La etiqueta que le acomoden vendría a ser la cereza en el pastel.

¿El cuento en México aún se escribe, es decir, está vigente como género?
Por supuesto. Es sabido que las editoriales hoy le apuestan mayormente a la novela como producto a publicar y comercializar, sin embargo el cuento respira, hay buenos cuentistas y muchos lectores de cuentos.

¿Por qué alguien, uno, tú, decide escribir una historia, un cuento?
Por necesidad. Decía hace un momento que el cuento suscita la intención de una historia que requiere ser contada, que necesita ser contada. Esto se imbrica con la escritura como un ejercicio vital que, de algún modo, salva los días, como decía Lispector.

¿Qué autores te han influido hasta ahora?
De mis influencias podría enumerar a muchos autores, pero en este momento podría citarte a Jesús Gardea, Felisberto Hernández, Francisco Tario, los dos Juanes (Rulfo y Arreola) y los dos Julios (Cortázar y Ramón Ribeyro).

¿Qué es lo que lees ahora?
No tengo un orden riguroso o una disciplina establecida para elegir mis lecturas. Te puedo decir que ahora mismo leo a Daniel Sada (Registro de causantes) y a Mario Levrero (Diario de un canalla). Sin embargo, no puedo omitir que también leo a ensayistas como Harold Bloom, Ricardo Piglia (también cuentista y novelista) y los diarios de Witold Gombrowicz. Muchas lecturas, que, tal vez, se reduzcan a una sola.

 ¿Cuál es la dirección de este conjunto de cuentos que te llevaron a ganar el Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez?
De mi primer libro de cuentos saqué en claro, cuando ya estaba publicado, que habría podido sacarle más, darles relumbrón, por decirlo de algún modo. Y lo que busqué con este segundo libro fue no quedarme con ganas de experimentar y llevar hasta sus últimas consecuencias las historias que ahí se cuentan. Una especie de saldo de deudas conmigo mismo. Además, intenté establecer un diálogo con algunos autores que me han influido, a través de los epígrafes. Porque la mayoría de los cuentos inician con un epígrafe.

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