Juan Escamilla Anguiano

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    “La química es la explicación del universo”, dice convencido Juan Escamilla Anguiano, ganador de una medalla de oro en la IX Olimpiada iberoamericana de química, efectuada en octubre de 2004, en Castellón, España.
    Cuando comenzó todo el andar por esta disciplina, desde las olimpiadas regionales hasta la estatal y nacional, cursaba sus estudios en la Preparatoria 5, de la Universidad de Guadalajara.
    Luego de esa medalla de oro, su camino continúa en el Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías, aunque quizá, en el futuro, podría dedicarse a la química de alimentos.
    “Quiero ser cheff. La química y la cocina son parecidas. Siempre me ha gustado cocinar, aunque también me encantaría ser maestro de química”.
    La química es todo para Juan, o cuando menos permite explicar muchas cosas, a la vez que provee de mayores capacidades de raciocinio.
    “Es bonita y constituye la explicación del universo. Todo puede ser entendido con base en esta ciencia. La física también aclara muchas cuestiones, pero nada concreto, a diferencia de la química, que resulta más real.
    “Esta disciplina abre una nueva forma de pensar, porque facilita la visión de las cosas, al otorgar bases racionales que ayudan a comprender y estructurar los objetos. Para mí ha sido más sencillo hacer todo desde que empecé a estudiar química”.
    El gusto sigue, a pesar de las presiones que hubo en la Olimpiada iberoamericana y en la internacional, realizada en junio, en Alemania.
    “En la iberoamericana concursamos 60 jóvenes. Teníamos que resolver como siete problemas, que constituían la mitad de la prueba, mientras que la parte restante era en laboratorio, donde teníamos que hacer síntesis de compuestos y cosas por el estilo.
    “Hubo mucha presión. En los laboratorios teníamos un tiempo limitado para nuestros ejercicios, pero nunca me ha ido bien en estos. Creo que me va mejor en los exámenes escritos”.
    El puntaje máximo es 100, pero Juan obtuvo 82, de manera que ganó una de las cinco medallas de oro. El promedio más alto fue 84.
    Para llegar a esto, Juan recibió una preparación especial: primero en la preparatoria, para llegar a la olimpiada regional y estatal, y después en el CUCEI, para ser un buen contendiente en la nacional.
    “Cuando pasas esta última, vas tres semanas a recibir clases a la UNAM. Tuve buenos maestros, pues habían concursado en este tipo de eventos”.
    Asegura que estas olimpiadas tienen escasa difusión, de manera que pocos jóvenes participan, además de que los ganadores reciben un mínimo reconocimiento.
    “Es difícil que te enteres de la existencia de las olimpiadas nacionales de química. Si tuvieran mayor difusión, más personas participarían, algo que permitiría enviar mejores competidores a los diferentes eventos internacionales.
    “Quisiera invitar a más gente a que concursara, pues creo que muchos poseen cualidades para estas actividades, solo que ni siquiera saben de su existencia”.
    Además de la medalla de oro, Juan recibió una computadora portátil, caso excepcional en este tipo de certámenes, ya que, por lo general, nunca dan nada extra.

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