Frente al espejo lo que decimos lo que somos

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    La reflexión pendiente que los jóvenes debemos hacer con seriedad es sobre la posibilidad de que los valores éticos y morales que hoy predicamos nos hagan capaces de educar mejores hijos, si nos habremos de convertir en ejemplos vivos de amor, justicia, tolerancia y progresividad.
    Leo, escucho y veo a una generación de grandes sueños, invadida de falsedades, credulidades, ídolos y dogmas que bajo la apariencia de una “reinvención” de lo “anticuado”, pretende una dignidad conceptual que deja de manifiesto una invasión sistemática del ánimo de deshacerse de toda responsabilidad desafiante que exija de cada cual algo más complejo que la búsqueda de la felicidad.
    Placer y miedo son, como conceptos y formas de vida, los grandes enemigos de occidente, de una miserable idea de libertad y, sobre todo, de una promesa convertida en credo: el confort.
    No. El cambio no es eso que hoy comenta la gente. Eso que tantos tocan en movimientos y eventos adornados de dignidad insospechada, es sólo la resurrección de la traición frente a la efigie del potencial que resguarda el espíritu humano.

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