Equidad efectiva

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Si bien las nuevas leyes electorales establecen que haya paridad de género —la mitad de las candidaturas para mujeres y la mitad para hombres—, los directivos de los partidos políticos se las arreglan para brincarse las trancas jurídicas y, por ello, el gran reto es que esa política de paridad sea efectiva en la práctica.

Ya en anteriores elecciones se dieron adulteraciones a la regla con el escándalo de las famosas “Juanitas”, que fue reprobado internacionalmente. El modus operandi en aquel entonces consistía en hacer renunciar a diputadas electas para dar paso al suplente, hombre, que en este caso era quien realmente tenía la bendición de las cúpulas, explica la profesora del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, Rocío Morgan Franco.

Esta “colmillada” quedó erradicada porque la nueva ley establece que tanto propietaria como suplente deberán ser mujeres, pero aún hay otras trampas. Una consiste en registrar a las mujeres en distritos donde el partido aparece abajo en las encuestas y reservar los distritos ganadores para hombres cercanos a los directivos.

“Buscan fletar a las mujeres en distritos duros, difíciles, o que son de complicado acceso geográfico. No decimos que le dejen a las mujeres sólo los distritos facilitos, sino que si toca uno difícil haya habido antes un proceso transparente. Reglas claras y chocolate espeso. Que nadie se sienta engañado”, detalla la también ex diputada federal.

“Lo que queremos blindar, es que los partidos políticos no nos hagan de chivo los tamales, como se dice coloquialmente, sino que obedezcan a clarificar los procedimientos internos.

Cada partido encontrará el mecanismo que mejor le acomode. Pero que al diseñar esos métodos obedezca a principios de transparencia, abierto al escrutinio público, con reglas claras. Y es importante que haya un árbitro verdaderamente imparcial que busque los mejores perfiles”.

Morgan sostiene que la paridad de género no debe ser pretexto para que se conviertan en diputadas o regidoras mujeres sin perfil, sino que al igual que con los hombres debe de garantizarse una trayectoria limpia, independencia de criterio, preparación académica y participación en organismos civiles, sociales o vecinales, con reconocimiento social.

El falso estigma
La paridad de género es una de las acciones afirmativas a favor de las mujeres, las cuales son mecanismos que se impulsan a nivel nacional, sobre todo por la ONU, para fomentar y propiciar la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones. Con su inclusión en la ley, es la primera vez que se establece la paridad electoral, pues anteriormente fue en proporción de 70 y 30 por ciento, y luego de 60 y 40.

Hay especialistas que van más allá. La coordinadora de la Cátedra UNESCO Liderazgo y Equidad de la UdeG, Elia Marúm Espinosa, considera que a las mujeres se les debería otorgar el 56 por ciento de las candidaturas  “para que así sea realmente  proporcional con la población femenina y masculina del país, de acuerdo con las cifras  del INEGI”. Así lo expresó en un Foro por la conmemoración del voto femenino realizado el 24 de octubre en el Congreso de Jalisco.

En el Poder Legislativo federal  hay 184 diputadas, es decir el 36 por ciento de los 500 espacios; además de 43 senadoras, el 33 por ciento de las 128 curules. En México las mujeres revisten sólo el 20 por ciento de las presidencias municipales y actualmente no hay gobernadoras. En la historia ha habido seis mandatarias estatales y sólo cuatro triunfaron en comicios, pues dos llegaron por un interinato. En Jalisco, nada más son nueve diputadas de 39 espacios, poco más del 25 por ciento y únicamente ocho alcaldesas de un total de 125 municipios.

“Dentro de los obstáculos que hemos previsto para la participación de la mujer, está el estigma. Se dice que no hay suficientes mujeres, que no quieren participar o que no están preparadas, que tienen compromisos familiares que no le permiten llevar estos cargos o que incluso no tienen mano firme para conducir los destinos de un municipio o del Estado, o que no pueden ser legisladoras porque no pueden viajar”, afirma Morgan Franco.

Y a todo esto, se suma un factor, que si bien afecta a hombres y mujeres por igual, inhibe la participación de ellas: la creciente inseguridad. Rocío Morgan  recuerda que ya hay mujeres alcaldesas que han sido víctimas de la delincuencia.

“Todos corren riesgo pero quienes están más vulnerables por el tema de la familia y de los hijos son las mujeres. Y difícilmente quieren participar”.

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