Entre pasado y futuro

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En su número más reciente, Luvina rinde tributo a escritores fallecidos que han formado el legado de nuestro imaginario, artistas que han construido el lugar en el que podemos enfrentarnos con nuestra propia conciencia y desde nos potenciamos como seres creadores de los lenguajes de la vida y de la ficción, expandida hacia lo desconocido.

La revista literaria de la Universidad de Guadalajara entrega a sus lectores una serie de estampas, recorridos, obras con su punto final y que por ello resuenan como deidades: las voces poéticas de Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Juan Gelman y Félix Grande.

Un álbum sin embargo inconcluso, en el que las voces en tránsito —frente a las tribulaciones del día a día— encaran los claroscuros del mundo real y, desde el centro de lo que contiene la nada y el todo, muestran sus avatares, sus huellas, su voluntad de hacerse y deshacerse, como lo percibimos en Resumen del fuego, exposición que compendia la obra de Fernando González Gortázar, frente a la cual asistimos a una suerte de tierra transfigurada.

Suspendida entre pasado y futuro, Luvina forma en este álbum un sitio para los vivientes: geografías de sonidos, resonancias, figuras de tonos diversos y lenguajes distintos que coexisten y se integran en un eje cromático y sublimado. 

Con este ejercicio, la publicación se transforma en un libro en blanco que se va poblando de imágenes hechas de lenguaje, de música, de trazos. El resultado proviene del tejido de la memoria de nuestra cultura, en donde las formas se entrelazan desde su embrión como sustancias primigenias hasta la totalidad que se despliega frente a lo propio y lo distinto.

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