Entre la lógica y el placer de la lengua

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La defensa del español en la actualidad es un tema de primera plana para nuestro país y para nuestra Universidad. De los veintiún países en los que se habla español, México ocupa el primer lugar en cantidad de hablantes nativos. A este impacto numérico —más de ciento dieciocho millones de hablantes en español mexicano—, debemos agregar el impacto cualitativo de nuestra cultura a través de las letras.

Las letras mexicanas han dejado huella en el mundo desde el siglo XVI. Por ejemplo, los Presagios de Diego Muñoz Camargo fueron escritos posteriormente a la versión de los presagios de los informantes de Sahagún que se encuentran en el Códice Florentino. Su impactó en las letras novohispanas se basa en que el texto de Muñoz Camargo incorpora una interpretación cuyo mestizaje impregna, entre otras cosas, el léxico. Así, para referirse a los llamados “presagios” por los informantes de Sahagún, Muñoz Camargo dice: “El segundo señal, agüero, prodigio o abusión que los naturales de México tuvieron fue que el templo del demonio se abrasó y quemó, el cual le llamaban el templo de Huitzilopochtli…”. Nótese la vacilación entre cuatro sustantivos que pretenden ampliar, pero también recortar, el significado: señal, agüero, prodigio, abusión. Son las señales que Moctezuma habría visto años antes de la llegada de los españoles.

Lengua y literatura son una pareja que siempre irán de la mano. Una lengua se consolida en el momento en que se la escribe y en el momento en que es posible imaginar y conspirar con ella. San Agustín plantea que sólo tendría que existir un tiempo gramatical: el presente, porque el pasado y el futuro sólo existen en la imaginación. Pero el presente es ya también interpretación, de ahí que podamos decir que utilizar cualquier tiempo verbal es ya fabular, inventar, imaginar. Este poder provoca que la lógica de la lengua pueda unirse con el placer estético de la lengua, es decir, con la creación literaria y su consumo. 

Esta convergencia en la naturaleza de lengua es lo que propició, en su momento, la disciplina llamada Letras. El especialista en letras aborda hechos atravesados por la lengua: la filología y la literatura en su origen. Sin embargo, los descubrimientos semiológicos y lingüísticos han propiciado que el estudio de las letras se diversifique para bien, pero también se esparza para mal. Sobre esta paradoja reflexionó mi comunidad académica, el lunes pasado, en la Cátedra Inaugural de la Licenciatura en Letras Hispánicas. El doctor en lingüística Luis Fernando Lara, impartió la cátedra: “La formación literaria”. Su formación de pregrado en Letras, sus análisis lingüísticos sobre el habla de México, su Historia mínima de la lengua española, su investigación y defensa por la norma culta mexicana, pero también por las tradiciones verbales populares de nuestro país, su creación del Diccionario del Español de México  y su Analizador gramatical automático basado en un programa computacional que se aplica al diccionario referido, lo consolidan como una autoridad en la lingüística hispánica mexicana.

Lara compartió con nuestra comunidad universitaria una serie de reflexiones sobre el egresado de letras hispánicas. No obstante su especialización lingüística, invitó a los estudiantes a reconocer que el especialista en letras debe saber enseñar la sensibilidad literaria y el placer literario. Sus planteamientos nos obligan a reconocer que el especialista en letras debe formarse como alguien que cuenta con estrategias creativas y ordenadas para enseñar literatura, para promover la lectura. Cuando afirma que “el estructuralismo acaba con el placer literario” también está advirtiendo que el saber científico no es posible cuando se trata de estudiar la literatura. Así como tampoco es prudente hacer ideología a través de los estudios literarios. Si la condición humana es el principal baluarte de la literatura nuestra aproximación no puede ser cientificista.

Otra cosa implica el estudio de una lengua, como mecano gigantesco y de combinaciones predecibles, pero sin embargo, infinitas. Ahí las regularidades fonológicas, léxicas, morfológicas y sintácticas nos permiten concebir un sistema y conocer las diversas normas de una lengua. ¿Qué saber lingüístico necesita un estudioso de las letras? La respuesta no puedo darla aquí, pero sí en otro momento.

El estudio de las letras, desde su origen en nuestra universidad, en 1957, se ha abocado al análisis y enseñanza de la lengua y literatura hispánicas. Ahora las implicaciones de esta carrera tocan la glotopolítica, el proceso editorial, la gestión cultural y el coaching lingüístico, entre otros. Además, en la actualidad, es preciso que el especialista en letras posea una clara posición en política lingüística sobre las lenguas indígenas y sobre la lengua española. Una lengua conforma identidad, seguridad cultural y negocios.

Si consideramos que el 7,8 de la población mundial es hispanohablante, que la distancia es un factor clave para la vida contemporánea y que la distancia se salva con el uso de la lengua, entonces está claro que las letras hispánicas tienen una amplia área para desplegar estrategias de intervención social y económica.

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