En la valla del odio

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Playas de Tijuana es la última esquina de la patria. Un tímido obelisco señala el límite internacional, detrás de un faro donde una valla de hierro ataja con brusquedad la avenida del Pacífico. Friendship Park se llama el punto, y consta de un pequeño jardín del lado mexicano, agentes vestidos de verde entre matorrales y una doble barda del lado norteamericano. No hay lugar para metáforas: las patrullas, los uniformes, las rejas que dejan ver fragmentos del otro lado son una insolencia sin dobleces, no quieren ser otra cosa que la frontera más hostil del mundo.

—Do you speak english? —me abordaron una mujer y un niño bien vestidos. Pensé que necesitaban ayuda, y asentí. Pero no, su intención era hacer proselitismo religioso, y el pretexto para conversar era la valla: que qué pensaba de ella, inquirió la mujer. “Que es el mal”, le contesté. Y entonces empezó a disertar sobre el mal tomando como punto de referencia esa arquitectura del odio. Aunque seguramente no teníamos en mente la misma acepción de bien y mal, coincidíamos ahí en condenar la misma muralla. Luego trató de convencerme de que la mujer cantante de rap que estaba dibujada en mi playera era parte de ese mal que ella combatía. Sólo repuse que mis amigos artistas del hip-hop estaban muy lejos de parecerse a la valla y lo que ésta representa, y seguí mi camino.

 

En la breve explanada del faro

Familias enteras esperan pacientes a que lleguen sus parientes a verlos a través de los barrotes. La valla ahora figura una cárcel a donde llegan a visitar a sus reos. Las lágrimas maternas estallan al entrever las siluetas de sus hijos por entre las rendijas. Hay niños que llegan a conocer a su padre que, con seguridad, no ha sido más que un fantasma en las conversaciones familiares. Un puñado de historias, breves melodramas transfronterizos se amontonan en el Friendship Park bajo la vigilancia de los agentes vestidos de verde, que permanecen impávidos ante tal despliegue de sentimientos: el entusiasmo y la impotencia, las conversaciones en voz baja que cruzan la línea divisoria a través de las mínimas celdas que apenas dejan ver porciones de los seres queridos, fragmentos de vida que han de persistir ahí ante todas las inclemencias de la geografía política. Amor que respira entre murmullos y manos temblorosas.

Desde ahí baja la tapia hasta hundirse en el mar. El viento húmedo del invierno cubre de melancolía el malecón de madera, y en los muros que dan al mar se aprecia una larga serie de murales que lo mismo representan motivos geométricos de colores brillantes que retratos y estampas regionales. Mi amigo Jofras me muestra con orgullo los diversos proyectos de arte urbano que se despliegan a lo largo del malecón. Ir a Playas de Tijuana es sumergirse en un universo de formas y colores que nos salen al paso desde todos los rincones: la fauna de mar y tierra habita las superficies de bardas, escaleras y casas abandonadas. Los artistas ensayan estilos modernos desde impresionismos marinos hasta geometrías vibrantes y ensoñaciones surrealistas; las firmas en wild style atestiguan la conquista del espacio por parte de los crews de arte urbano identificados con el hip-hop; un grupo de ambientalistas recubrió con llantas un talud a manera de lección de arquitectura civil sustentable.

Llegamos al sitio donde Lucía Rivera y Búho Villamil trabajaban en un retrato de Nelson Mandela, el líder sudafricano recientemente fallecido. Lucía y Búho pertenecen al movimiento artístico Red Mental que, según nos resume Búho, se propone levantar conciencia sobre la injusticia social.

Nada novedoso, quizá, si pensamos en las generaciones de utopistas y libertarios que han proclamado causas semejantes en los foros del mundo. Pero ese vigoroso aliento de utopía resulta más que un lugar común ahí donde la frontera, esa herida abierta de Gloria Anzaldúa, sigue sangrando. A una cuadra de la playa, cerca de la plaza de toros aledaña al muro fronterizo, esta pareja de artistas pintó en días recientes el retrato de Steve Jobs, el genio creador de Apple y Julian Assange, el creador de Wikileaks. Hablando en imágenes, el proyecto de Red Mental trata de rendir homenaje a personajes que, como Mandela, Jobs y Assange, inspiran a reducir los males sociales.

En Playas de Tijuana los jóvenes artistas dejan por sentado que mientras el mal de las vallas, las deportaciones y la pauperización avancen como una mancha infecciosa que aniquila las esperanzas y promueve el odio, habrá fuertes motivos para ocupar escaleras, puentes, comercios y ruinas con gritos de colores que proclamen la indignación de los muros.

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