El viajero

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    La mirada clavada en el horizonte, pero incapaz de ver nada, pues si se enfoca a un objeto éste se pierde en la distancia. No obstante, el paisaje no deja de ser un deleite y su mejor compañía.

    Dentro del observador se agita un desesperado anhelo de llegar a su destino, sin importar cuál sea. Mientras por sus ojos transcurren siluetas sin cesar, sus pensamientos están puestos en arribar.

    El tiempo transcurre más lento que de costumbre. Sus pasos detenidos sobresaltan aún más al exasperado deseo de llegada. La cantidad de suspiros, producto de tantas memorias que danzan y se desvanecen al tacto de los minutos, excede las palabras pronunciadas.

    Los dedos se pasean nerviosos por el rostro del sujeto, de forma autónoma e involuntaria. Los sonidos retumban, pero son ignorados por el ente que se ha separado de sus sentidos para unirse al anhelo y ha cambiado sus pensamientos por memorias, como sus respiraciones por suspiros y ha perdido completamente su capacidad de asombro.

    Esta es la descripción de un viajero malogrado, que ignora su travesía por atender otras previas. ¿A cuántos no corresponden estas características?

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