El peso de la RAE

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    “Matrimonio. Del latín matrimonium. 1. Unión de hombre y mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales. 2. En el catolicismo, sacramento por el cual el hombre y la mujer se ligan perpetuamente con arreglo a las prescripciones de la iglesia. 3. coloq. Marido y mujer. En este cuarto vive un matrimonio. 4. P. Rico. Plato que se hace de arroz blanco y habichuelas guisadas […]”. Y así continúa la lista en la definición que brinda el diccionario de la Real Academia Española (RAE) en su versión electrónica.
    Aparecen el matrimonio clandestino, civil, de conciencia, in extremis, por sorpresa y hasta de la mano izquierda, que se remonta a la unión entre un príncipe y una mujer de linaje inferior.
    Según el contexto social, la definición que el diccionario de la RAE conceda a un vocablo, determina incluso el futuro de un sector poblacional. Tal es el caso de la unión entre personas del mismo sexo, legalizada en España hace un par de meses:
    “A fin de que fuera aprobada la ley del matrimonio gay, se consultó a la Academia para ver si la palabra ‘matrimonio’ podría aplicarse en este caso. El dictamen de la Academia determinará, finalmente, como quede en la legislación española, pues verá si se puede usar la palabra ‘matrimonio’ en el caso de una relación civil entre personas del mismo sexo”, comenta el secretario de la Academia Mexicana de la Lengua, Gustavo Celorio.
    En su experiencia como presidente de la Comisión de consulta de la Academia Mexicana, cuando existe un litigio jurídico sobre el uso de alguna palabra, es frecuente que acudan a dicha comisión a fin de que elabore un dictamen final sobre el vocablo, documento que será tomado en cuenta en la resolución judicial de las autoridades. De ahí el peso de las palabras.

    El famoso “tumbaburros”
    El antecedente del diccionario de la RAE data del siglo XVIII, cuando fue fundada dicha institución. En esa época surgió el Diccionario de autoridades, el cual se llamó así porque la definición de cada una de las voces incluidas estaba respaldada por la manera en que los más grandes escritores de España habían utilizado las palabras que en él se recogen. Góngora, Calderón de la Barca y Quevedo, entre otros, dieron luz a los primeros registros de la lengua española.
    Desde entonces el diccionario de la RAE no ha dejado de transformarse: 21 ediciones lo avalan, así como la participación de las 22 academias de la lengua establecidas en países hispanohablantes –incluso hay una en Estados Unidos–.
    El idioma español traspasa las fronteras de más de 20 naciones y es hablado por más de 400 millones de personas, quienes ahora pueden consultar más de 60 mil voces en el diccionario de la RAE.

    A la reconquista
    de la lengua
    Dicen que un imperio militar acaba por ser conquistado culturalmente. Así le pasó a Roma, que sufrió la invasión cultural de Grecia y no lo pudo evitar. A cientos de años de la conquista ibérica sobre las culturas mesoamericanas, la lengua española vive la conquista cultural de los países latinoamericanos.
    De ahí la creación del diccionario panhispánico, cuyo objetivo será dar una respuesta a las preguntas que se plantea el público en general sobre la utilización y el significado de las palabras en las diferentes regiones hispanas: en la Comisión de consulta, de la Academia Mexicana de la Lengua, los usuarios presentan cerca de 70 u 80 dudas al mes.
    Las nuevas tecnologías, como internet, permitirán actualizar el diccionario con facilidad. En cada uno de los vocablos que incluirá este ejemplar, se marcará su respectivo mexicanismo, colombianismo, venezolanismo, argentinismo o su españolismo.
    “Esto me parece importante, ya que es una gran conquista. Por primera vez en el diccionario de la RAE habrá españolismos. Antes se pensaba que una palabra, por el solo hecho de ser usada en España, tenía validez general”.
    Las nuevas tecnologías no solo beneficiarán al diccionario para que esté al alcance de un clic con el “ratón” de la computadora: con la llegada de la tecnología a tierras hispanas, los anglicismos arriban con ella, si bien muchas veces se establecen en la comunidad antes que en las academias especializadas del idioma.
    “Hace falta que las academias tengan una mayor previsión para tomar determinaciones en función de algunas palabras nuevas y no dividir la lengua española”. Celorio ejemplifica: “en España se usa ‘ordenador’, que proviene del francés, y en México, ‘computadora’, del inglés. La verdad es que se podrían poner de acuerdo las academias para usar una y no dos palabras”.
    Explica que ahí radica el papel de la RAE: aunque el español está en contacto con otros idiomas, la Academia no debe ser tan abierta a los neologismos (“vocablo, acepción o giro nuevo en una lengua”, según el tumbaburros de la RAE).
    “Critican a la Academia de ser conservadora y es cierto, porque su función es conservar el patrimonio lingí¼ístico de la cultura hispánica. Si no fuera conservadora, no leeríamos hoy El Quijote”.

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