El delicado signo sonoro

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El inicio de esta década ocasionó la llegada, quizás como nunca se había visto, de diferentes propuestas musicales encabezadas por cantantes y compositoras jóvenes. De la sutileza de Julianna Barwick, atravesando por la enigmática Chelsea Wolfe, hasta llegar a la audacia de Grimes, el momento es único, y significa un giro que no está vinculado con una situación fortuita, sino a una cadena de antecedentes en la historia de la música contemporánea.

Situada en un periodo de transformaciones dentro de la producción musical, en una época en que el predominio de la imagen y la tendencia hacia lo fugaz es la constante, la oferta de esta nueva generación intenta romper tímidamente esa condición y busca sobrevivir al torbellino de la uniformidad. Uno de sus principales recursos es esencialmente la conjugación de estilos, estrategia que tiene el propósito de generar trabajos que consigan personalidad, aunque en muchos de estos casos el resultado no sea una novedad total.

Hace unos años, Björk, PJ Harvey y Tori Amos guiaron —cada una con su estilo— una de las etapas concluyentes para el rock, sin la obligación de sujetarse a esta etiqueta. En ese pasado inmediato surgieron nombres como Cat Power, Bat for Lashes y Feist. Antes que ellas, Marianne Faithfull, Nico o Kate Bush hacían lo suyo, cada quien desde su trinchera. Por supuesto, sin olvidar nombres como el de Janis Joplin y Grace Slick.

En la ruta hacia noveles voces
Julia Holter, cantante y compositora estadounidense, estrenó hace pocos días el disco Loud city song, una producción bajo el sello Domino. Holter, más allá de encasillarse en la desgastada ola indie, propone en esta placa una serie de temas que van en línea directa hacia la búsqueda de un sello propio. Loud city song es un manifiesto que rompe con los modelos, que incorpora pequeños relatos e imágenes en cada una de sus canciones. De manera natural, Julia Holter pasa hábilmente de los paisajes electrónicos, con tendencia hacia lo experimental, hasta los arreglos más convencionales, tal como lo presenta en “In the green wild”.

“Me interesaba pensar que a pocos kilómetros de mi habitación se desarrollaba una cultura que menosprecia la intimidad de la que yo disfrutaba mientras pensaba en ella”, dice Holter, respecto a su trabajo como compositora. La cantante, que radica en Los Ángeles, California, señala que el hecho de tener un espacio único y amplio hace que sientas que no vives en una ciudad, “sólo habitas en tu cabeza”. 

Visions, el álbum de Grimes editado por el sello 4AD, que juguetea irreverentemente con la electrónica y el pop, además de recordar en sus arreglos vocales a cantantes de los ochenta como Sandra, es una de las grabaciones más significativas de esta generación reciente. Con esa atracción constante hacia lo retro, Grimes es una de las propuestas que definen mejor ese galanteo latente entre la cultura mainstream y el terreno de la música independiente. La cantante ha mostrado su lado extrovertido en temas como “Oblivion” (del que Franz Ferdinand ha realizado una versión) y más claramente en “Genesis”, un corte que es acompañado por un video en que la canadiense efectúa una “crítica” sobre las intérpretes que son diseñadas por las compañías discográficas, una alusión a figuras como la popular Lady Gaga. 

El lado etéreo, con algunas aproximaciones a This Mortal Coil, está a cargo de Julianna Barwick. Nepenthe, un disco del sello Dead Oceans, es una afortunada grabación que exhibe el lado íntimo de Barwick. El resultado no fue casual. La producción fue realizada en Islandia, bajo el cobijo de Alex Somers, productor que ha colaborado con agrupaciones como Sigur Rós, y quien también hace mancuerna con Jónsi. “One half”, canción perteneciente a Nepenthe, es una composición delicada, de belleza particular. En este álbum, Julianna Barwick hace una evocación a Elizabeth Fraser, logrando un trabajo que la posiciona como una de las apuestas sólidas dentro de esta camada de jóvenes músicos.  

En referencia a la propuesta de Julianna Barwick en directo, el diario El País dice: “Barwick se desenvuelve en completa soledad sobre el escenario, con el micrófono conectado a una mesa de mezclas con la que va generando bucles de voz, superponiendo capas hasta que escuchamos algo parecido a un coro sometido a fuertes reverberaciones”.     

De tintes oscuros, con guiños eróticos, Pain is beauty, el disco editado por Sargent House, de Chelsea Wolfe, da continuidad a la corta pero sustanciosa trayectoria de esta inquieta cantante. Aproximándose al trabajo de Zola Jesus, aunque con brillo personal, la placa representa una entrega abierta al mejor rock dramático. Chelsea Wolfe es sinónimo de desdoblamiento, de la luminosidad pasa a los terrenos sombríos, algo que enriquece su música. Pain is beauty tiene sus mejores cartas en las canciones “House of metal”, “The warden” y“Feral love”, que abre este álbum.   

Continuando con esa línea de reminiscencias post punk, combinadas con electrónica, Zola Jesus es conocida por su capacidad de creación musical. Hace pocos días mencioné, en este suplemento de cultura, que su trabajo está orientado hacia las vías menos convencionales, algo que le ha otorgado crecimiento profesional en poco tiempo. Señalé que el disco de Versions, permite reencontrarse con temas compuestos por Zola Jesus, sólo que ahora estas canciones muestran un rostro distinto, con acompañamiento de The Mivos Quartet, algo que enriquece esta grabación, que puede considerarse un trabajo de corte instrumental, en que sobresalen los violines y el violonchelo, sin apartarse de las bases rítmicas electrónicas. La participación de James George Thirwell, cerebro de Foetus, fue determinante en la construcción de Versions, especialmente en la parte que corresponde a los arreglos de cuerdas. 

Con distintas raíces musicales, solistas y agrupaciones como St. Vincent, Au Revoir Simone, Glasser, Dum Dum Girls, Io Echo y Florence and the Machine, completan una pequeña parte de este horizonte de voces. La apuesta es alcanzar trascendencia a través de la música, una circunstancia nada fácil si tomamos en cuenta el escenario, aunque no imposible.

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