El ánima de Sayula en la memoria

1773

Escrito en el siglo diecinueve, el poema satírico “El Ánima de Sayula” es orgullo de los pobladores de este espacio geográfico del Sur de Jalisco. En cada negocio familiar de los sayulenses —que hay muchos— la gente a cada compra de sus productos obsequia una copia artesanal (cartulina y papel de china) del texto. Y es que su fama es real: se han hecho canciones, óperas y películas; se han logrado memorizaciones de los versos; se permite, a partir de este poema, que la gente pueda decir albures y —dicho sea en el buen término, si esto es posible— que se digan en voz alta las excelentes leperadas que allí a cada verso se expresan.

Hay, entonces, un elogio al albur, que el ensayista Jorge Arturo Ojeda define de esta manera, en un ensayo sobre la novela Gazapo de Gustavo Sainz: “El albur, tan mexicano, es un juego de palabras, es una asociación fonética o semántica; no es el calembour ni el pun, sino un atrevimiento con censura, una muestra de cobardía o recelo con valor siempre sexual”.

Y es que “El Ánima de Sayula” es un regocijo del albur. Compuesto en versos narra una historia (o muchas), pero siempre enfocado en destacar la chispa del lenguaje de doble sentido. Se podría decir que es una recopilación de esa tradición muy mexicana al albur, que es una reunión de todo lo posible sobre el lenguaje lépero y que sin saberlo nosotros está en nosotros, porque es otra forma de gritar, de decir, de dobletear y de utilizar nuestra lengua castellana, tan rica en giros y en formas, tan soslayada y tan directa, tan inmejorable.

El texto, ya lo dije, fue escrito en el siglo diecinueve, y es quizás el más popular de nuestros poemas. Es un lujo y es, a la vez, una vergüenza: no siempre la gente lo dice sin ruborizarse, pero invariablemente se carcajea. Es un texto permisible que permite que saquemos a ese otro que llevamos dentro: el lépero, el vulgarzote (“—Me llamo Pe…rico Zúrrez. /Dijo el fantasma en secreto./ Fui en la tierra buen sujeto /muy puto mientras viví”), el malhablado y el humorista.

De acuerdo con la historia de este poema, se declara como autor a Teófilo Pedroza, quien nació en Zamora, Michoacán, en 1897, pero eso es incierto porque otros dicen que fue en Tingüindín y también que La Piedad. Lo cierto es que nunca se dice nada de estos pueblos en el texto, se nombra a Sayula. Se declara el sucedido en este pueblo sureño de Jalisco. Al parecer, “El Ánima de Sayula” se publicó entre 1898 y 1904, pero lo cierto es que vive en la memoria de muchos. Y narra las aventuras de Apolonio Aguilar (“En un caserón ruinoso de Sayula en el lugar/ vive Apolonio Aguilar/ trapero de profesión”), quien es el protagonista principal. Y sucede en un panteón.

El poema ha sobrevivido a lo largo de los años y se ha editado en rústicas ediciones caseras y, también, en ediciones de lujo. En las populares se ha dejado el lenguaje soez, rico y chispeante; en las de lujo se ponen mochos y culteranos y han cambiado términos que, a decir verdad, no permiten el disfrute alburero con el que nació. Quizás ocurre, como se ha dicho que sucedía a comienzos del siglo pasado y como hace referencia el comentador del texto Raúl Arreola: “En los albores del siglo XX el Ánima circuló escasamente por la idiosincrasia de una época y el criterio pacato de quienes en público la condenaban y en privado se reían de buena gana con las aventuras del trapero Apolonio Aguilar”.

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