Diez pautas provisionales para filosofar

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    El objeto hacia el cual se inclina el quehacer filosófico son las creencias. Por ello la idea de ver a la Filosofía como la Madre de las Ciencias no es tan errónea, ya que las ciencias tienen su desarrollo a partir de esta manifestación del pensamiento y sobre éste se soporta el saber que es expresado a través de la ciencia. Pero no sólo eso, la filosofía también ha sido el motor de las revoluciones en el arte, la religión, la política, la moral, la tecnología y, en general, de todas aquellas manifestaciones en donde la inteligencia humana es capaz de presentar algún tipo de creencias.
    Mientras exista al menos un puñado de personas que consideren que en la vida práctica y teórica falta mucho por hacer, entonces tendrá sentido seguir filosofando. Dado que las evidencias parecen confirmarnos que nuestras preferencias políticas no ofrecen los resultados que esperábamos, que los postulados de la ciencia aún tiene un largo y cada más vez grande universo de interrogantes, que las soluciones tecnológicas cambian a cada minuto y que los curas no eran tan santos como se pensaba; entonces se pone en evidencia la necesidad de una minuciosa reflexión sobre la fuerza de nuestras creencias y, por consiguiente, se constata que el cultivo de la Filosofía no es solamente un asunto del pasado sino un recurso para enfrentar la incertidumbre de la vida y la sociedad.
    Pero resulta erróneo suponer que la filosofía es un pleito sin fin, o el filósofo es un eterno inconforme. Si bien una de las características de la Filosofía tiene que ver con señalar los lugares en que se encuentran inconsistencias en nuestras creencias; lo cierto es que esta labor es un recurso para detectar irregularidades en donde se creía que había un buen funcionamiento de las ideas o los hechos, siendo el señalamiento del conflicto el primer paso para encontrar una solución. Es decir, la Filosofía se presenta como un recurso para buscar mayor justicia en nuestras formas de organización social, mayor objetividad en las ciencias y, en general, mayor claridad en nuestras creencias que, en muchos de los casos, se convierten en pautas de acción.
    Si bien es difícil definir ¿Qué es la Filosofía?, creo que al menos podríamos señalar algunas de las pautas que se han seguido los filósofos y han hecho, que esta actividad intelectual tenga ya más de 2 mil 500 años de presencia en la historia de la humanidad:

    1. No dogmas. El filósofo evita aceptar aquellas creencias que carecen de algún tipo de evidencia. Kant afirmaba que si las fuentes del conocimiento son la experiencia o la razón, entonces todo aquello que se suponga como saber y no se soporta en estos principios, no puede ser pensado con claridad.
    2. Escepticismo. Las creencias son puestas en duda por el filósofo, pero generalmente no es un escepticismo que conduzca a la inacción, sino, antes bien, es un escepticismo que incita a buscar elementos para tener dotar de firmeza a nuestras ideas.
    3. No al principio de autoridad. Cuando se acepta una creencia como válida o probable, no es porque la haya expresado un profeta, un científico, o un sabio venerable, sino porque cuenta con los elementos racionales suficientes para ser aceptada.
    4. Racionalidad. El criterio sobre el cual se asienta la actividad intelectual del filósofo es la racionalidad sobre la cual se ponen a consideración la manera en que pensamos la realidad. Por lo anterior hasta las críticas que desde la misma filosofía u otras manifestaciones intelectuales en contra de la racionalidad, se requiere la pauta de la razón para ser soportadas. Por lo anterior la lógica será y seguirá siendo la herramienta central sobre la que se construyen y soportan la ciencia y la filosofía.
    5. Analítica. La filosofía busca acercarse a un objetos desde todas sus aristas, busca reconocer la manera en que cada una de sus partes en su constitución y trata de explicar la realidad sin dejar cabos sueltos.
    6. Humildad. El filosofo reconoce las limitaciones de las capacidades humanas, por lo anterior, sabe que se equivoca; sabe también que la ciencia, la religión o las leyes pueden estar equivocados, por ello entre los filósofos resulta muy común de hablar de las diversas etapas de su vida en las cuales sustentaron en su juventud una posición, en la madurez otra y en la vejez algo diferente. Es de humanos cambiar y reconocer nuestros errores.
    7. Diálogo. Probablemente ésta sea una de las virtudes más humanas que se cultivan en la filosofía, es la capacidad de escuchar con una actitud tolerante las razones del otro, al que piensa diferente de mí, sintetizando, así racionalidad, analiticidad y escepticismo.
    8. Humanismo. El filosofo sabe que los hombres llegamos a preguntarnos por la inmortalidad, el mundo, la felicidad, la libertad, el origen del universo, el sentido de la vida etcétera; pero también sabe que las respuesta a sus interrogantes solo pueden darse dentro de los parámetros de las propias limitaciones humanas y nada más.
    9. Curiosidad. El hombre a diferencia de los animales —decía José Ortega y Gasset—además de tener necesidades biológicas, tiene necesidades intelectuales, es decir, el hombre necesita conocer. La filosofía busca llevar esta necesidad humana a sus últimas consecuencias, siendo inconforme con las respuestas simples, irracionales o dogmáticas.
    10. Compromiso. Sin necesidad de contratos o pactos de caballeros, el filósofo se compromete con la búsqueda de lo verdadero y lo justo. Emprende su búsqueda mediante los parámetros de la razón. Por ello algunas de las historias más impactantes y conmovedoras de los filósofos son aquellas en que el pensamiento y la acción se conjugan como una misma realidad. Pero también, sea probablemente su compromiso el que le ha acarreado mayores detractores a la filosofía. Porque será difícil callar al filósofo ante la injusticia, será difícil silenciarlo en la irracionalidad y será difícil acabar a la filosofía con la arbitrariedad.

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