Desaparecidos siguen faltando más de 43

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El pasado 26 de septiembre se cumplieron tres años de los terribles acontecimientos en el municipio de Iguala, Guerrero; desde entonces se han apilado cientos de documentos y expedientes bajo los cuales quedan sepultadas todas las interrogantes sobre la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Raúl Isidro Burgos,  en Ayotzinapa, mismos a los que muy a la ligera por cierto, fueron señalados en aquel momento como parte de organizaciones criminales para justificar su desaparición; tres años de resistencia y sufrimiento, en los que familiares y organizaciones civiles han luchado y encarado a las autoridades para exigir el esclarecimiento de los hechos, sin haber encontrado respuestas satisfactorias.

A esta lista de los 43 estudiantes se suma una mucho más larga de miles y miles de personas desaparecidas de las que hasta ahora nada se sabe, y sin que exista la mínima posibilidad de una respuesta tangible por parte de las autoridades. Aún no sabemos con exactitud la cifra real en el país, hay algunos datos oficiales como los del Registro Nacional de Personas Desaparecidas, que dan cuenta sobre el incremento anual de este tipo de hechos.

Por ejemplo, tan sólo en diciembre de 2015 se contabilizaron 26 mil 128 personas desaparecidas, mientras que a principios de marzo de 2017 (16 meses después) esta cifra oficial se había elevado a 30 mil 942, lo que implica un aumento de hasta 4 mil 814 casos de desapariciones en México, a estos hay que sumar aquellos otros que han registrado los colectivos de familiares de personas desaparecidas, así como de organizaciones de la sociedad civil y que son considerados hechos aislados por las autoridades de este país, por lo que no reciben la atención que merecen; cabe mencionar que estas organizaciones ya han señalado que en realidad las cifras oficiales no reflejan la gravedad de la situación que se está viviendo, pues se considera que de cada diez desapariciones sólo dos son denunciadas.

Lo alarmante es que en las diversas bases de datos oficiales y no oficiales, no se menciona que detrás de las desapariciones forzadas se encuentran otros delitos graves, como la trata de personas, las violaciones, el secuestro o el narcotráfico.

La desaparición de una persona corta de tajo una historia de vida, sume en la incertidumbre a las familias que, como consecuencia del vacío que queda en sus vidas, sufren trastornos psicológicos y de salud y ni siquiera tienen el consuelo de velar a sus muertos, porque siempre queda una esperanza, aunque sea mínima, de que en algún momento aparezcan vivos.

Por eso entendemos el grito de los padres de los 43 estudiantes “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, que es el reflejo de su desesperación, indignación y coraje, sentimiento que comparten con los familiares de tantos desaparecidos que no encuentran paz en sus vidas, porque ignoran lo sucedido con sus hijos, padres, esposos, hermanos o amigos.

Pero hoy, ante las tragedias que se acumulan sobre este país en el que faltan tantos desaparecidos, es importante tener presente que los acontecimientos de los últimos días nos demuestran que hay un México que puede superar a la clase política y a los gobiernos, que es capaz de organizarse para salir adelante ante las adversidades, que si se lo propone podría desquebrajar los excesos y negligencia  de las instituciones públicas y lograr reducir la impunidad y la corrupción, elementos concurrentes en la desaparición de los 43 normalistas, y de muchísimos miles más, de los que por desgracia, no tenemos memoria.

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