Desaforado y desaforadores

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    Sobre el desafuero de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como jefe de gobierno del Distrito Federal se ha dicho y escrito una cantidad incuantificable de palabras que han llenado las páginas de los diarios nacionales y locales, así como los programa de mayor rating de la televisión y la radio. De hecho no falta un solo actor social y político importante que no haya expresado su opinión al respecto. Todo ello no ha hecho más que ratificar la importancia del suceso político e, involuntariamente algunos han coadyuvado a crecer aún más la figura de AMLO. Por lo tanto, de López Obrador se seguirá opinando de menos hasta el 2006, independientemente de si es o no candidato presidencial. Qué decir si logra sortear todos los obstáculos y ser candidato. De quienes lo desaforaron lo más probable es que nadie se acuerde, al menos no de buena manera.
    También es importante enfatizar que, contra el dicho del gobernador de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña (FRA), el caso AMLO ha sido tema en diarios influyentes de Estados Unidos, Europa y América del Sur. La semana anterior, diversos intelectuales uruguayos, (Mario Benedetti, Eduardo Galeano, por ejemplo), y el premio Nobel de literatura, el portugués, José Saramago, mostraron sorpresa y estupor frente al motivo del desafuero. Es un hecho como de pena ajena, quisieron decir, para la “democracia” mexicana. Claro que FRA también es famoso fuera de Jalisco y conocido internacionalmente, pero por motivos diferentes: por permitir la tortura y la violación de los derechos humanos.
    Estrictamente hablando, y conociendo la poca responsabilidad y sensibilidad de los políticos priistas y panistas, no había duda de que procederían con el desafuero. El ritual y el espectáculo montado en la Cámara de Diputados, los discursos que ahí se dijeron nadie los quería escuchar. La decisión estaba tomada en función de que todo lo hecho con anticipación no había funcionado para reducir la popularidad y la intención del voto en favor de AMLO. Sin embargo, muchos mexicanos, pero sobre todo aquellos que no son perredistas, hasta el último momento mantuvieron la esperanza de que algo alumbrara la conciencia de los diputados desaforadores. Pero como en la lucha a muerte por el poder los milagros no existen, su desilusión y molestia fue mayor.
    Ahora bien, lo que resulta toda una barbaridad es que los diputados del PRI y del PAN quieran convencer de que en México, a partir del desafuero, por fin existe el Estado de derecho; que en México ya se respeta la ley y más aún, que ellos son los encargados de hacerla cumplir. Es de risa loca: ¿quién puede realmente creer eso? Todos los mexicanos sabemos que hay muchos priistas que deberían estar en la cárcel porque son o fueron unos verdaderos delincuentes mientras estuvieron en el poder y tienen en su haber una mutiplicidad de ocasiones en las cuales violentaron la legalidad (Luis Echeverría ílvarez, por mencionar un caso extremo e histórico; o el senador Ricardo Aldana, involucrado en el Pemexgate, por mencionar un caso actual). Varios panistas podrían acompañarlos porque en los pocos años que llevan gobernando han emulado exitosamente a aquellos.
    Como haya sido, como se quiera calificar, el hecho es que finalmente desaforaron a AMLO y con ello, como si los mexicanos no tuviéramos de qué preocuparnos, se prefiguraron varios problemas políticos más para el país. Sin ánimo de exagerar, podrían suceder cosas impensadas en algunos casos realizadas por los fieles seguidores de AMLO, y en otros, por otras personas que sin ser lopezobradoristas de hueso colorado se sienten agraviados en sus derechos y en su inteligencia. Igual podría no suceder nada más de lo que ya sucedió, y a esta última posibilidad es a la que apuestan priistas y panistas.
    Los mexicanos tenemos la oportunidad para mostrar, una vez más, que sí poseemos memoria y sabemos cobrar los agravios de la clase política. No importa si estamos de acuerdo o no con AMLO. Lo que importa es demostrar que no queremos que se siga usando el poder y gobernando de esta manera.
    Veremos qué sucede, porque, en parte, con el desafuero da la impresión, como dice el dicho, que los diputados desaforadores pretenden apagar el fuego con gasolina. Si algún prestigio quedaba a los diputados, ahora ya no tienen nada; si era previsible el crecimiento de la abstención electoral, ahora se podría asegurar, aunque también incrementarse el voto de castigo; si era marcada la desilusión en el proceso de alternancia, el desafuero enfatiza las inmensas limitaciones de la democracia representativa. Si el PAN cree que con el desafuero asegura su permanencia en la presidencia de la república, está equivocado. Con ello lo que puede ser más seguro es el regreso del PRI. Se dan cuenta, ¡el PAN haciéndole el trabajo sucio al PRI!
    En fin, los diputados desaforadores y los políticos profesionales siguen haciendo todo lo posible por alejar a los ciudadanos de las urnas y luego, más cercana la gran fecha electoral, gritarán, exigirán y culparán a éstos de ser unos desobligados, de carecer de virtud cívica, cuando simplemente estarán procediendo como es debido en estas circunstancias. Frente a esta situación considero que se debe manifestar, por todas las vías, el rechazo y el desacuerdo con ellos. Muchos ya empezaron a hacerlo y no cejarán, porque si algo sabe hacer la oposición social y política mexicana, genéricamente definida como de izquierda, es dar luchas de largo plazo y contra todo el poder del Estado.

    1 Profesor-investigador del Departamento de Estudios sobre Movimientos Sociales (Desmos) del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), de la Universidad de Guadalajara.

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