Convivencia invisible

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    Nuestro entorno de convivencia es por demás limitado. Se circunscribe solamente a los límites físicos que la visión nos permite. Es decir, a nuestra debilidad en la capacidad de resolución óptica. Sin embargo, mas allá de dichas fronteras tangibles se localiza el inconmensurable universo de los microorganismos, cuyas dimensiones son invisibles a primera vista, y que solamente con ayuda del microscopio pueden ser observadas.

    De hecho, el tamaño real del universo microbiano, que es invisible, es gigantesco. Definitivamente es una paradoja irreverente. Es gigantesco, es real y no lo vemos. El reducidísimo tamaño de los microorganismos lo justifica. La democracia del universo microbiano nos rebasa completamente. Miren si no. Actualmente se dice que en este planeta, en la Tierra, habitamos más de siete mil millones de habitantes y, esa misma cantidad de microbios caben en un gota de agua.

    Algunos microorganismos que ocasionan enfermedades infecciosas les conocemos como patógenos. Sin embargo, también existen otros microorganismos serviciales, porque son productores de substancias como la penicilina que tanto ayuda en la terapéutica medicamentosa.

    En lo general, tanto los seres humanos como los microorganismos tenemos un lugar específico en la naturaleza compartida. Entonces, para evitar las emergencias y reemergencias que se gritan a los cuatro vientos, es primordial reaprender a convivir con ellos. Respetar sus hábitats y nichos, y conocerlos mejor.

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