Callar la pederastia

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Los sacerdotes pederastas cumplen con un patrón que les permite llegar de manera fácil a los menores y convencerlos para consumar un abuso sexual, cobijados no sólo por la secrecía que envuelve a la Iglesia católica, sino a la tolerancia de los fieles católicos y parte de la sociedad.

Esto es parte de un estudio realizado por un equipo de investigadores encabezados por el sociólogo del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, de la UdeG, David Coronado, que concluyó en 2011.

En un libro que compila esta investigación, próximo a ser editado por esta Casa de Estudio, explica que hay una especie de “ciclo del pederasta” que inicia cuando el sacerdote llega a la comunidad como un cura bueno y carismático para ganarse la confianza de los fieles.

Poco a poco el sacerdote va identificando las posibles víctimas, por lo general niños cuyos padres no pueden cuidarlos y vigilarlos todo el tiempo. En este proceso, el sacerdote se gana la confianza de la familia, invita a los niños a ayudarle en la iglesia o al catecismo.

“Luego viene el acecho sexual y buscar quebrarle al niño la voluntad con regalos que lo hagan sentir culpable, como una revista pornográfica o un cigarro. Finalmente se da el abuso sexual y obligarlo a callar con el argumento de la culpabilidad”, explica Coronado, quien agrega que este patrón es generalizado en otros casos de pederastia fuera de la iglesia.

En la investigación analizaron casos de pederastia clerical en Guadalajara, León y Aguascalientes. Además de entrevistar a algunas de las víctimas realizaron encuestas con miembros de ésas y otras comunidades.

La confianza en el sacerdote es un elemento que está presente en el 80 por ciento de las personas encuestadas, quienes dicen tener más confianza que en los representantes de la Iglesia católica que en otras autoridades como políticos o en policías.

Esta imagen del sacerdote bueno y carismático se rompe cuando aparecen las denuncias de abuso sexual hechas generalmente por las madres y, en menor cantidad, padres de familia, explica el académico.

Sin embargo, hay una buena cantidad de personas que justifican y toleran estos casos, bajo el argumento de que los padres son seres humanos y que su vocación es difícil.

Las denuncias son, para el pederasta y para un buen sector de las comunidades eclesiales y sociales, “una situación injusta”, que no contempla los grandes sacrificios que exige la vocación clerical, según explica el autor del libro, llamado Experiencias y cultura de la pederastia eclesiástica en el Occidente de México.

De esta manera, algunos fieles lo toman como una metáfora de Cristo en la que el sacerdote bueno es “crucificado” con acusaciones, “pero su alma y su cuerpo van más allá del hábito y simplemente pertenecen a otro mundo, en el que van a ser juzgados”, afirma Coronado.

Esta justificación, junto con la secrecía y protección de la alta jerarquía eclesiástica, promueve estrategias para salvaguardar al sacerdote, pero sobre todo el buen nombre de la Iglesia.

Por ello, agrega, es común que los curas sean escondidos y llevados a nuevas comunidades alejadas, sin obligarlos a pagar por sus delitos, como ha ocurrido en muchos casos comprobados de pederastia en México.

En el acercamiento con siete comunidades en las que detectaron algún caso de pederastia clerical los investigadores encontraron que hay cuatro comportamientos entre la comunidad religiosa para afrontar esta experiencia.

Una de ellas es que la mayoría de la población apoya la postura de la Iglesia y justifica lo hecho por los sacerdotes, bajo diversos argumentos; una minoría reprueba sus actitudes y actos; algunos pocos argumentan desconocimiento de lo sucedido; otros más pretenden una indiferencia estratégica, para no verse implicados en algo que es un secreto a voces entre los fieles.

Por ejemplo, 40.9 por ciento de los encuestados dicen estar seguros que la Iglesia ha expulsado a los sacerdotes pederastas de sus congregaciones para evitar que se den más casos; 34.3 por ciento aseguró que la Iglesia reconoce los casos, otorga indemnizaciones o pide disculpas. Un porcentaje pequeño de 14.3 por ciento reprobó las medidas adoptadas por la Iglesia.

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