Bondades caídas del cielo

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Académicos y estudiantes del CUCBA y del CUAAD iniciaron, en 2015, un proyecto en el que aprovechan los recursos pluviales para cultivar hortalizas en huertos familiares o comunitarios, con miras a tener todo el año alimentos sanos, a menor costo y cuidando el medio ambiente. Para su realización utilizan un sistema de captación de agua de lluvia (SCALL), el primero en su tipo de esta Casa de Estudio.

La importancia de este trabajo reside en que entre los principales problemas ecológicos del planeta están la disminución y contaminación del agua, que traen consecuencias para la salud y el abastecimiento humano; sin embargo, ha sido poco valorada y aprovechada la pluvial.

Tan sólo en la Zona Metropolitana de Guadalajara se precipitan 315 millones de metros cúbicos al año, de los cuales más del 55 por ciento termina en el drenaje, en tanto que comunidades en Bangladesh, por ejemplo, se abastecen al 100 por ciento con agua de lluvia, ya que la subterránea está contaminada con arsénico, afirma el investigador del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño, José Arturo Gleason Espíndola.

El académico considera que en este proyecto hubo “buena sinergia” entre la parte técnica de la captación, por parte del CUAAD, y la de plantas de producción de alimentos con el Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias: “Son dos cosas que van de la mano, y que debiéramos investigar y promover más en Guadalajara”, con miras a que sus habitantes produzcan sus propios alimentos.

El SCALL, construido en la “Casa de Paja” del CUCBA, está integrado al techo con dos canaletas que reciben el vital líquido y lo conducen a un tanque que desaloja desechos, mientras que el resto es canalizado a una cisterna para su uso, y los excedentes son enviados a un pozo para regresarlos al subsuelo.

Alejandro Corona, alumno de la maestría en Ciencias en Biosistemática y Manejo de Recursos Naturales y Agrícolas, del CUCBA, colaboró en la última etapa de la construcción de la casa y el SCALL y comprobó que las ecotecnias se pueden llevar a casa, la colonia o las comunidades, y es muy barato. Para su construcción sólo requiere paja, madera, tejas, tierra y agua.

El proyecto considera el uso de tierra enriquecida con humus de lombriz y residuos del campo, como hojarasca y zacate. Al respecto, la investigadora del CUCBA, Hermila Brito Palacio, dice que esta tierra “tiene otros minerales y otras sustancias que nos van ayudar a que las semillas crezcan más sanamente”.

Pruebas de laboratorio
Uno de los objetivos del trabajo fue comparar bondades del agua de lluvia y la de pozo. Para esto sembraron calabaza italiana (especie nativa de América) en 20 cajas, regándolas en parte con una y en parte con otra. “Haz de cuenta que estamos amamantando un niño con diferentes leches, para ver cuál nos dio mayor crecimiento”, asegura Brito Palacio. Así comprobaron la hipótesis de que éste es mayor con el agua de lluvia.

Además realizaron pruebas visuales y de laboratorio. Las longitudes de la flor y frutos de la calabacita con agua pluvial rebasaron a las otras en alrededor de cinco centímetros, explica Blanca Ramírez Hernández, investigadora del Departamento de Ecología, del CUCBA.

Respecto a la producción, la correspondiente a la pluvial fue mayor en cuanto al número de individuos (flores y frutos) y a la calidad, así como a los contenidos de vitamina C y sólidos solubles totales referentes a la concentración de azúcares.

La ventaja de estas herramientas reside en que las personas consiguen alimentos sanos, libres de contaminantes químicos, en espacios pequeños o verticales, los que pueden consumir o vender, y además emplean insumos sanos, económicos, que sólo requieren de luz, aire y agua de lluvia.

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