Zapata la efigie en serie

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97 11 22 colofon y fotonotas PEQUENO CHARRO EN LA CIUDAD DE MONTERREY. NOTIMEX/FOTO/FACUNDO RIOS

Una de otra, las muertes de los últimos hijos de Emiliano Zapata acontecieron con apenas dos años de distancia, y no tuvieron, como se hubiera esperado en un país que ha mitificado la figura del “Caudillo del Sur”, relevancia en los diarios nacionales. Brotaron fugitivas noticias, ofrecidas por El Universal y Notimex (Efe), pauta para que la misma información lacónica, tibia y sin chiste se reprodujera en los diarios de provincia con la misma frialdad con la que hoy se miran los ideales zapatistas, que dieron magnitud a la primera revolución social del siglo XX; la cual, casi en seguida de su culminación, fue asumida como “causa e ideología” por el Revolucionario Institucional, partido que perduró a sus anchas en el poder a lo largo de 70 años.

Si bien es cierto que Diego Zapata Piñeiro (fallecido en diciembre de 2008, a los 92 años, en Cuautla), no tuvo una presencia destacada en la vida política nacional, sí la tuvo Mateo Emiliano Zapata Pérez (quien murió en enero de 2007, a los 89 años, en el DF), pues “fue el fundador del Movimiento Nacional Plan de Ayala, iniciativa que había lanzado su padre el 28 de noviembre de 1911, cuando acusó al gobierno de Madero de traicionar las causas campesinas”, como lo explica la nota de Notimex-Efe. Ninguna de las muertes fueron motivo para que la prensa diera un seguimiento puntual de la trayectoria de los hijos de Emiliano, ni las instituciones gubernamentales hicieron algo por reivindicarlos más allá de homenajes grises y con tintes políticos. Ahora que se cumplen los 90 años de la muerte de Emiliano Zapata, lo que en el estado de Morelos ha hecho, es crear la Ruta Zapatista, en la cual los visitantes podrán seguir la línea de espacios en los que nació, vivió y murió quien se convirtiera en leyenda, mito y hasta “mártir” y “santo”, muy a la manera de los mártires de la Iglesia Católica, tornando su figura en motivo de arrastre para el turismo nacional y extranjero, pero olvidando todo sobre su lucha, su vida y el motivo real e histórico de su legado.

El Caudillo fue el autor de una de las frases más contundentes que se conozcan en todo el mundo: “Tierra y libertad” (cercana a la que escribiera Lenin: “¡Proletarios del mundo, uníos!”). Emiliano Zapata expuso durante su actividad de lucha todo un ideario y hasta un “Plan de Ayala” a favor de los campesinos, que hoy, a causa del desgaste y las versiones manipuladas, poco se conoce y menos se entiende; pero quien sí lo comprendió (en su momento) fue Pancho Villa; con su escasa educación supo que el Caudillo del Sur no peleaba por “las tierritas”, sino por “la Madre Tierra”, y tenía razón.

La figura del Caudillo del Sur fue motivo de discursos y homenajes a lo largo de 70 años, logrando desvanecer su relevancia en la historia mexicana y mundial, pues nunca se dejó en claro la verdadera causa y motivos de su lucha armada, pero sí lo convirtieron en mártir, en ideología y en “miembro” de un partido político del cual el General nunca supo de su existencia, pues vendría a existir en el futuro, ciertamente ya lejano a su vida, que fuera arrebatada, por cierto, a traición en la hacienda de Chinameca, en 1919.

Quien alguna vez fue de carne y hueso, y con su lucha de algún modo abrió las puertas del progreso a México, fue pintado en murales y lienzos lo mismo por Alfaro Siqueiros, que por Rivera, Best Maugard, Orozco, Gironella, o Belkin (entre otros artistas plásticos), quienes de algún modo también contribuyeron a la mitificación y mistificación de su figura.

Los corridos revolucionarios hicieron lo propio y buscaron formas para hacer de Emiliano un ser más bien próximo al romanticismo que a la realidad. Sin embargo, fue el cineasta Elia Kazan quien llevó a Hollywood, en 1952, al General, con su controvertido filme ¡Viva Zapata!, que personificara Marlon Brando y tuviera las peores críticas de los estadunidenses. De Kazan a Alfonso Arau, quien hace poco presentó una versión libre de la vida del Caudillo en su Zapata, el sueño de un héroe (personificado por Alejandro Fernández), distan muchos años y enormes rollos de cinta, pues hasta Antonio Aguilar logró hacer del mito una película menor, contribuyendo a que la figura del héroe revolucionario se haya convertido, al igual que grandes personajes de la historia, como Ernesto “Che” Guevara y hasta Martin Luther King (entre medio centenar más), en una especie de iconografía del vacío, que hoy se porta, incluso, en camisetas, que venden en un tianguis de tercera o hasta en tiendas nice de cualquier plaza comercial de México.

La nueva realidad del mundo permite que quienes las vistan no sepan ni una palabra de los personajes a quienes pertenecen las figuras, porque en estos tiempos posmodernos lo mismo es una cosa que otra y ya no importa el pensamiento, sino la figura, el gesto, la manía, o la alegoría de la estupidez y la vacuidad. Debió ser extraña la vida de los hijos de Zapata, pues vieron a lo largo del siglo pasado convertirse a su padre, ya no en lucha, ya no en rebeldía, ya no en ideario, sino en imagen, en pergamino y en fotografía localizable en cualquier tienda para turistas en Tlaquepaque. Actualmente es más clara la frase de Oscar Wilde cuando dijo “Hoy en día la gente conoce el precio de todo, pero el valor de nada”».

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