Xavier Robles

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El escritor Xavier Robles con 60 años de edad y originario de Puebla, a la fecha ha escrito más de 35 guiones, sin embargo ha sido Rojo Amanecer (1989), del director Jorge Fons, una de sus obras más importantes y con mayor reconocimiento por parte de la crítica y el público, incluso de las nuevas generaciones de cineastas que ven en él un ejemplo a seguir. Su visita a Guadalajara se debió a una invitación para impartir un taller de guión a los alumnos de la maestría de Estudios Cinematográficos del CUAAD. Unas horas antes de concluir la última sesión de este taller, hizo una pausa para platicar con La gaceta sobre su trabajo.

¿Qué satisfacción le ha dado escribir para el cine?
Películas como Rojo Amanecer (1989), Los motivos de Luz (1985), Las Poquianchis (1975), me han dado muchas satisfacciones: conocer toda clase de gente, poder vivir de mi oficio, ser invitado a universidades de todo el país para impartir guión. Pero la principal satisfacción es que los jóvenes me estrechan su mano y me dan su reconocimiento y afecto cuando se enteran que yo escribí Rojo Amanecer, eso ha sido lo mejor.

Usted escribía cuento, ¿cuándo fue que se interesó por el cine?
Hace muchos años escribí cuento e hice periodismo. Trabajé en un diario y colaboré en varias revistas. Pero fue hasta 1975 cuando hilvané Las Poquianchis, que descubrí que lo mío era el cine y aquí me quedé.

¿Cómo fue la experiencia de escribir Las Poquianchis y Rojo Amanecer junto con otro escritor?
Esas dos obras fueron fáciles. Las Poquianchis la hice junto con Tomás Pérez Turrent que fue mi maestro y un gran amigo. Diseñamos la estructura básica de la historia y acordamos escribirla en tres partes: una él, otra yo y la tercera la escribimos juntos, que fue la parte del juzgado. Al final sólo ensamblamos.

¿Y con Rojo Amanecer?
También fue muy fácil. Rojo Amanecer la escribí con Guadalupe Ortega, mi compañera de toda la vida. Ella se encargó de toda la parte de la investigación y yo del resto. No me resulta complicado trabajar al lado de otro escritor, ya lo he hecho con otros compañeros, creo que tiene que ver que no peleamos por las ideas, sino simplemente nos ponemos de acuerdo. Tenemos una idea central con lineamientos básicos que vamos desarrollando de común acuerdo.
¿Cuáles son las diferencias narrativas entre estas dos obras, tomando en cuenta que ambas están basadas en hechos reales, y qué tiempo les llevó escribirlas?
Rojo Amanecer la escribimos en aproximadamente ocho meses. La diferencia es que Rojo… es una película muy cerrada, muy íntima, en un departamento con muy pocos personajes, y una unidad de tiempo, acción y lugar que ocurre en su totalidad en Tlatelolco. Mientras que Las Poquianchis es una historia con muchos personajes en diversos lugares del estado de Jalisco y de Guanajuato, con traslados y mucha acción exterior. Esa es la diferencia principal: el número de personajes. Aún así, Las Poquianchis nos llevó escribirla alrededor de seis meses.

¿Cómo se sintió con su último guión El íngel del Metro en el que nada más escribe usted?
La diferencia es que eres más libre porque no tienes que compartir tu idea con tu compañero, ni requieres de un consenso para desarrollar tu creatividad. La novedad de El íngel del Metro es que voy a dirigirlo.

¿Cómo surge esta nueva historia?
El íngel del Metro lo empecé a escribir en el 2000. En ese entonces lo promoví con varios directores, pero fue difícil por la situación financiera. Hace dos años decidí dirigirlo. La idea es realizarlo en enero o febrero del 2010. Es la historia de un hombre que entra al Metro a suicidarse.

Esta es la primera vez que va a dirigir, ¿cómo se siente?
Muy tranquilo, ya hicimos pruebas en las instalaciones del Metro, ya que toda la historia transcurre ahí. Tenemos la colaboración del Sistema de Transporte Colectivo que es el coproductor de la película y nos va a facilitar todas las estaciones a partir de las 11 de la noche. Vamos a meter extras y nos van a prestar dos trenes para correrlos por las estaciones y captar el movimiento general. Vamos a reproducir la vida en el Metro por la noche.

¿Como guionista le llegó a pasar que el director le hiciera modificaciones a la historia original?
Sí, claro. Cuando son pequeños cambios no hay problema. Pero en ocasiones hacen cambios relevantes y no te dicen, sólo te enteras cuando ves la película en pantalla y sí, a veces da mucho coraje porque desvirtuan el sentido de la escena. Como directores están en su derecho, pero no siempre son cambios afortunados.

¿El deseo de dirigir tiene algo qué ver con esto, de plasmar en la pantalla todo lo que ha escrito sin que nadie le cambie nada?
Digamos que he decidido que en lugar de que otros echen a perder mis historias, mejor las echo a perder yo mismo.

¿Qué recomendación le da a quienes quieren escribir para el cine?
Que estudien a sus personajes. Que vean todos los clásicos del cine. Que se preparen y recuerden lo que contestó Hemingway a una señora cuando le comentó: “Maestro, sin duda se necesita tener mucho talento para escribir como usted escribe”, Hemingway le contestó: “No señora, sólo 10 por ciento de talento y 90 por ciento de nalgas”. Entonces les recomiendo a mis alumnos que hagan muchas nalgas frente a la computadora y frente al trabajo concreto.

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