¡Uy! con las onomatopeyas

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Quiquiriqui… se escuchó a lo lejos. Pedro dio un salto de la cama y de repente le llegó a la memoria que tenía examen de mate. ¡Sopas! No estudié, pensó. Sintió ñáñaras al imaginar lo que diría su papá si reprobaba. ¡Gulp! Tragó saliva. ¡Futa!, ya pa’ que me preocupo, se dijo. Como alma que lleva el diablo, salió de su casa dando un portazo. Chipi chipi, la llovizna fue mojando su uniforme. ¡Puf! ¡Lo que me faltaba! Pedro vio a Antonio y le gritó: ¡Hey, guey, ¿estudiaste?! No manches, guey, ¿qué?… Para el examen de matemáticas. Híjole, ¡no!
Los dos amigos llegaron al salón. Ejem, comenzó la maestra… Saquen lápiz y borrador. ¡Ingue su!.. pos lo que caiga, se dijo Pedro. Y Anita: lero, lero candilero. Mechachis, que a Pedro le fue mal.
Las interjecciones y onomatopeyas son las palabras relajientas de la lengua. Esto es un ejemplo de una conversación cualquiera. En casi cualquier punto de México. Saltan de boca en boca para expresar de manera oral y escrita una rica gama de emociones, actitudes, estados de ánimo, reacciones espontáneas ante acontecimientos inesperados.
Raúl Aceves, investigador del Departamento de Estudios Literarios, de la Universidad de Guadalajara, elaboró el primer Diccionario de interjecciones y onomatopeyas del español hablado en México.
Aceves juzgó de utilidad elaborar un diccionario que más allá de la curiosidad lingí¼ística y de tono jacoso, reuniera una variada y folclórica familia de expresiones usadas cotidianamente por el pueblo mexicano.
“Yo soy coleccionista de todo, y colecciono palabras, porque son mi herramienta de trabajo. Me llamaron la atención las interjecciones y onomatopeyas, porque en los diccionarios ocupan lugares marginales. Casi no les hacen caso”.
Muchas de las interjecciones no tienen significado por sí mismas, pero intentan reproducir o imitar algún sonido natural, físico, humano o animal. En el caso de las onomatopeyas pueden expresar estados emocionales o ser usadas como señales, órdenes, patrones rítmicos o de recursos retóricos expresivos.
“Empecé como diversión a coleccionar las interjecciones. Las escuchaba en las conversaciones, luego fui acomodándolas sistemáticamente y buscando su significado en diccionarios más académicos”.
Las onomatopeyas y las interjecciones abundan en los cómics. Están en las historietas de la Familia Burrón y de Memín Pinguín. “Ahí se sienten como en su casa”.
Según el Diccionario fundamental del español de México, una interjección es una expresión lingí¼ística que manifiesta una emoción, una actitud o hace un comentario de forma súbita y espontánea, como ¡Ay!, ¡Puf!, ¡Caramba!, etcétera.
El Diccionario de términos literarios, de Demetrio Estébanez, dice que las onomatopeyas son componentes fónicos de una palabra y que imitan, sugieren o reproducen la realidad. Forman parte de las recurrencias fónicas, con base en un juego de sonidos miméticos para mejorar la comunicación.
“Son un lenguaje telegráfico. Con un ahíjales, la expresión denota el contenido, explicó el investigador”.
Aceves aseveró que denotan características de las personas y su nivel cultural, pero todos las usan, porque todos expresamos emociones de sorpresa, gusto, alegría o desagrado.
“En Guadalajara una de las más populares es el ¡órale!, ¡ey!, mientras que los jóvenes usan el chido y no manches.
Leer el diccionario causa placer y diversión al lector. Despierta el gusto por las palabras mismas, por el lenguaje, el idioma. Nos hace fijarnos más en la forma de hablar”.

Raúl Aceves
Nació en 1951. Estudió psicología en el ITESO, pero por azares de la vida siguió su carrera en la literatura, como escritor y poeta. Es investigador del Departamento de Estudios Literarios de la Universidad de Guadalajara desde 1988. Sus intereses se han enfocado en la poesía hispanoamericana, jalisciense e indígena. Elaboró un diccionario de bestias mágicas y sobrenaturales de América. También un glosario de cultura huichola.

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