Una vida desde los libros

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Para recordar el ochenta aniversario de Juan Rulfo, en San Gabriel se abrió, en mil novecientos noventa y siete, la Ruta Rulfiana. Para darle el carácter que se merecía tal acontecimiento se invitó a un grupo de escritores y artistas, y allí, entre los más importantes, estuvieron José Luis Martínez y Federico Campbell. Fue allí, entonces, que en un balneario —y con el cuerpo semidesnudo y mojado por el chapuzón que me había dado en el azul del agua que reflejaba el cielo de San Gabriel— que fui invitado por Campbell a su mesa donde ya estaba el maestro Martínez.

Caminé por un sendero hacia el lugar de la mesa al lado de Campbell, que había conocido en la Ciudad de México y con quien había sostenido una charla extensa sobre Arreola y, claro, sobre Rulfo. Volvió a la conversación, como era de esperarse, en esa prodigiosa mesa donde se encontraba uno de los autores jaliscienses más importantes, quien había nacido en Atoyac, en mil novecientos dieciocho y, durante los conflictos sociales de la Guerra cristera había ido a vivir a Zapotlán y fue condiscípulo de Arreola y Rulfo en la escuela primaria.

Es curioso, en todo caso, que el destino alguna vez haya reunido en las aulas a quienes años después serían los escritores más importantes —y quizás los últimos de esas alturas— del Sur de Jalisco.

Los tres, de algún modo, de una misma generación y surgidos de un entorno histórico singular. Y de ellos estamos celebrando, desde el año pasado, el centenario de su nacimiento.

Entre las varias vertientes desde la cual puede observarse la vida y la obra de José Luis Martínez, hay dos que sin duda son esenciales. La primera es la de su vida como lector y como historiador. Una va con la otra, es decir, Martínez es y fue uno de los más importantes lectores de la historia y la literatura mexicana, algo que se ha olvidado ya: nadie —o muy pocos— ya quieren ser solamente lectores. Ser lector es tan importante como ser un escritor, sin embargo actualmente los escritores leen muy poco, y en cuanto comienzan a leer a lo que aspiran es a ser escritores. Y en todo caso olvidan esa tarea: la de lector.

José Luis Martínez fue un gran lector y un amante de los libros. Su biblioteca personal es una de las más grandes e importantes del país. A ella acudieron autores tan importantes como Octavio Paz, que la consultaron para escribir algunos de sus más importantes libros de ensayos. La otra es que fue uno de los más importantes directores del Fondo de Cultura Económica, la editorial que ha traído no solamente a México a las grandes voces del mundo intelectual y creativo, sino también a Latinoamérica. Esa labor logró que nuestro país se sostuviera como una potencia editorial que el Estado mantiene como una de las pocas labores que debemos elogiar en materia cultural.

El trabajo que realizó el historiador y ensayista literario de Atoyac, quien ya celebra su centenario de nacimiento, es una de las más importantes, como importante y fundamental es su presencia en nuestras letras.

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