Una nación rota

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El país del buen café, la cumbia, el vallenato, la rumba, el amor por los libros, los movimientos de liberación nacional, las propuestas de paz, las intenciones ecologistas, los proyectos de integración andina y caribeña, es también la nación rota por la guerra de seis decenios, de odios acumulados, de crímenes, masacres, desapariciones, violaciones a los derechos humanos y en gran parte, el país de la indiferencia.
Jorge Eliécer Gaitán Ayala, Camilo Torres Restrepo, Jacobo Arenas, Jaime Bateman Cayón, Alfredo Vázquez Carrizosa y Socorro Ramírez, son seis patriotas que vuelven a la memoria de los colombianos después del rescate de Ingrid Betancourt, la ex candidata del partido Oxígeno, a la Presidencia, secuestrada por un comando de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), hace más de cinco años.
La euforia por el rescate con vida de Betancourt borra de momento los reclamos recientes de organismos de Derechos Humanos a la presidencia colombiana por los temas de: paramilitarismo, desplazados por la guerra, la continuación de prácticas de tortura, que no se inventaron en el actual gobierno, pero forman parte del plan de intimidación y exterminio de los grupos económicos fuertes, la derecha y el narcotráfico contra la izquierda armada o desarmada.
Recordar a Gaitán, dirigente liberal que pidió la unidad de liberales y conservadores pobres contra la oligarquía en los años cuarenta del siglo pasado; al cura guerrillero Camilo Torres Restrepo, promotor de la Teología de la Liberación y del Frente Unido Nacional Abstencionista (FUNA); a Jacobo Arenas, ideólogo comunista, dirigente de las FARC, promotor de las conversaciones de paz con el gobierno de Belisario Betancur Cuartas (1982-1986); a Jaime Bateman Cayón, fundador del Movimiento 19 de Abril (M19) la guerrilla primero urbana, luego rural y después nacional que retomó principios bolivarianos.
También a Vázquez Carrizosa, canciller conservador, en la administración de Misael Pastrana Borrero (1970-1974), solidario con los hermanos chilenos, argentinos y uruguayos, perseguidos por la dictadura. Recordar también a Socorro Ramírez, la mujer valiente del Partido Socialista de los Trabajadores, en los años setenta, militante trotskista, intelectual comprometida en la defensa de los presos políticos y candidata a la Presidencia.
Estos seis patriotas, cinco ya fallecidos, se identificaron por ser auténticos promotores de la paz colombiana. Perseguidos en su época y luego olvidados en medio de la euforia creada por el narcotráfico, el paramilitarismo y los partidos tradicionales que continúan mintiendo. Militantes de diferentes partidos y congruentes en su defensa de la paz y del pluralismo político, trabajaron por el diálogo entre insurgentes y gobierno, estuvieron convencidos de que era posible una solución humanista al conflicto armado.
Sin embargo, ílvaro Uribe, llama a los dirigentes de izquierda “nostálgicos del socialismo”. Los que tenemos el corazón afianzado en la izquierda somos testigos que el sistema dependiente del capitalismo en Colombia, promovió en los años setenta la adicción y el consumo de enervantes. El sistema actual es el principal corruptor y forjador de bandas de sicarios. O, ¿no era Pablo Escobar Gaviria, además de capo del cártel de Medellín, un concejal liberal en la ciudad de la eterna primavera?. Terminó siendo la ciudad de la eterna balacera en los años ochenta y noventa.
Es fácil para los uribistas repetir que las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) están vinculados al narcotráfico. Utilizar la descalificación y calumniar al movimiento armado ha sido una práctica constante que le sirve a la burguesía colombiana para criminalizar la protesta social, extraditar sindicalistas y luchadores sociales a Estados Unidos.
Pero, al hacer memoria breve sobre la tragedia colombiana, hay que precisar también, que ílvaro Uribe Vélez el actual mandatario, tratado ahora como héroe tras el rescate, supuestamente millonario de Ingrid Betancourt, fue promotor de organizaciones paramilitares en el Departamento de Antioquia, donde se desempeñó como gobernador desde 1993 hasta 1997.
También estuvo en las listas de la DEA, como cómplice de narco-exportadores. Ahora, unos años después como peón de George W. Bush, ayuda a realizar el trabajo sucio al imperio, en contra de las propuestas progresistas que surgen en países de nuestra América como Nicaragua sandinista, Venezuela bolivariana, Ecuador alfarista, Uruguay artiguista, en la Bolivia de Evo Morales, en el Paraguay de Fernando Lugo, en la Argentina de Cristina Fernández e incluso en el Brasil de Lula.
Bolivia, Ecuador y Venezuela han denunciado la presencia de paramilitares colombianos en sus países. Estos criminales llegan a vincularse a organizaciones de extrema derecha, pero como son de derecha y están sostenidas en parte por el dinero lavado y mal habido, no constituyen “un peligro para esas naciones, ni para el mundo… Al contrario, son y representan para la democracia representativa, la democracia Made in USA, la avanzada de libertad contra el populismo y los ejes del mal”.
La democracia colombiana, desde los tiempos de Gaitán y Camilo, representa una desgracia con privilegios para pocos y una desgracia terrible para el resto. Faltan muchas acciones, para conseguir la paz en la patria de Gabriel García Márquez, ese buen amigo de México. Entre otras: liberar a todos los presos políticos, reubicar a los desplazados en zonas, poblaciones y ciudades donde tengan acceso a una vida digna y terminar también con el sufrimiento de los otros rehenes y sus familias.

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