Una investigación que habla claro

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Hablar a los niños con palabras como “bibi”, “gua-gua”, “pichocho” para sustituir “biberón”, “perro” y “precioso”, es una práctica usual entre los padres de familia, pero que podría contribuir a que los menores padezcan uno de los tipos de dislexia.

De acuerdo con un estudio del doctor José Gerardo Crivelli Stefanoni, del Centro Universitario de la Ciénega, (CUCiénega), hablar cortado o “chiqueado” a los menores limita su conocimiento del lenguaje, que afecta tarde o temprano su forma de hablar y escribir.

“Hemos encontrado que muchas de las disgrafías (problemas de escritura) son por causa de los padres que les hablan mal a sus hijos. El niño pierde cierto control lingüístico y conceptual, porque identifica palabras que no tienen que ver con el significado real de las cosas”.

Desde hace cuatro años Crivelli Stefanoni realiza pruebas para identificar casos de dislexia entre 546 niños de tercero de preescolar y primero de primaria, de Ocotlán, La Barca, Jamay y Poncitlán, para saber cómo esta discapacidad afecta el aprendizaje. Casi 22 por ciento de los niños fueron diagnosticados con algún tipo de dislexia.

Este padecimiento se puede identificar fácilmente en casa o en el aula cuando el niño o la niña escriben al revés, de derecha a izquierda, si comienza sus cuadernos por la última hoja, si al hablar corta preposiciones o artículos y si confunde el género femenino con masculino.

El profesor de la Primaria Urbana 346, de Ocotlán, Érick Ramírez Rangel, quien participó en la investigación, afirma que los niños con dislexia tienen problemas para leer, porque cambian de lugar las palabras o las letras.

“Avanzan de manera diferente que los demás. Al principio no se dan cuenta, pero cuando van avanzando ven que les cuesta más trabajo que a los otros y es cuando empieza la frustración en ellos. Lo ideal es identificarlos antes para buscar la manera de apoyarlos”.

Intervenir a tiempo
Crivelli Stefanoni, psicólogo y doctor en educación, supervisa una estrategia de intervención que involucra no sólo a los profesores, sino también a los padres de familia y directivos escolares de Ocotlán, con la finalidad de darles herramientas para identificar la dislexia y actuar a tiempo, ya que los primeros años escolares son los mejores para disminuir este padecimiento.

“Esto resulta innovador, porque se tratar de ver si es posible que, aunque sea una discapacidad, la dislexia puede corregirse mediante el entrenamiento y hábitos de escritura. Hemos comprobado con los primeros casos cómo ya han mejorado a través de la intervención y eso repercute en el aprendizaje”.
Si un niño disléxico no es atendido, sí puede seguir avanzando en la escuela, pero se encontrará con problemas más grandes que el resto de los demás para el proceso de adquisición de la lecto-escritura, explica el profesor Ramírez Rangel.

Estos problemas de aprendizaje causan un sentimiento de frustración y ansiedad en los niños, explica Crivelli Stefanoni, adscrito al Departamento de Comunicación y Psicología, del CUCiénega y quien dirige un estudio junto con la alumna Rebeca Zaragoza, precisamente para conocer más de la ansiedad producida en niños con dislexia y que, adelanta, de no tratarse puede producir problemas graves en su relación familiar y social.

“Por su mal aprovechamiento pierden la oportunidad de expresar sus ideas de forma oral, se cohíben o su escritura no se entiende, no pueden comunicar lo que piensan y eso en los exámenes les afecta. Se presionan tanto que pueden caer en estado de ansiedad y con ello la depresión, asociada con el suicidio”.

Los malos resultados en las evaluaciones internacionales que colocan a México en los últimos lugares en conocimientos de matemáticas, lectura y ciencias, son reflejo de la poca atención que las autoridades educativas ponen a los problemas de dislexia en los niños, asegura Crivelli Stefanoni.

“Los resultados en gramática, lectura y matemáticas son exactamente las dislexias que predominan. Nuestras autoridades educativas no han hecho nada para corregir esto, y los maestros no están preparados para ayudar a los niños a combatir esa dislexia. El mismo sistema educativo no lo está. Simplemente si reprobó, reprobó y no indaga las causas”.

Crivelli Stefanoni realiza un manual para que los padres y maestros sepan identificar esta enfermedad, mismo que planea distribuir gratuitamente en Jalisco y en todo el país, para lo cual buscará la colaboración del DIF nacional.

“Esto está sucediendo en todo México. No hemos encontrado un solo grupo escolar sin al menos dos niños con dislexia. Ocotlán es una muestra de lo que podría estar prevaleciendo en otras escuelas del país”.

En los próximos meses buscará ampliar el estudio a algunas escuelas de la zona metropolitana de Guadalajara, con la finalidad de identificar algunos casos, además de hacer una comparación entre las condiciones de aprendizaje que tienen los niños de entornos urbanos y los de ambientes rurales.

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